Barry Lyndon de Stanley Kubrick, es un drama de época trabajado hasta el más mínimo detalle. Dirigida con un ritmo majestuoso, y con el toque personal y propio del director, realiza un trabajo impecable y magistral, con un resultado lúcido y excepcional para el público.
Musicalmente, es grandiosa, bella y melódica, acompañando la acción hábilmente para conmover e inspirar al espectador, con sonidos nostálgicos y melancólicos inmejorables. Y la fotografía, es espléndida y luminosa, trabajada con mucha naturalidad en exteriores e interiores, y usando solo la luz de unas velas, en las escenas de noche en interiores.
Las actuaciones, son serias y competentes, destacando Ryan O´Neal, que realiza un gran papel, en el que muestra acertadamente, el egoísmo y la frialdad de su personaje. Y mencionando positivamente a Marisa Berenson, Leon Vitali, Patrick Magee y Mary Kean. Usando magistralmente una narrativa en off, con una voz afable e impecable durante todo el film.
El guion, adaptado por Kubrick de la novela de William Thackeray, está dividido en partes, y es hermoso y emotivo, apasionando y desesperanzando al espectador a su antojo, y penetrando en él, gracias a un argumento conmovedor. Con detalles de gran técnica en movimientos de cámara en mano, travellings y panorámicas, estéticamente elaborados al detalle en ciertas escenas del film, con definición asombrosa y perspicaz.
Para concluir, recalcar unos vestuarios, caracterizaciones y decorados sugerentes a la época en cuestión, clásicos, distinguidos y artísticos. Por lo que, en definitiva, la considero una obra imprescindible, no solo en la filmografía del director, sino para los amantes del cine de época, bien dirigido, adaptado e interpretado. Que no deja ni un detalle al azar, y con una música en su interior, que la convierte en una cinta indeleble y eclipsante.