La última película de Peter Bogdanovich, es una cinta que va de menos a más. Dirigida de forma atrevida y personal, sorprende en varios aspectos como por ejemplo sacar una trama con mucha miga, de un pequeño pueblo perdido estadounidense donde nunca pasa nada.
Las interpretaciones son creíbles y naturales, ganadoras de 2 merecidos premios oscar por ser convincentes y emotivas (Ben Johnson y Cloris Leachman). Al igual que la música que evoca en todo momento a la época en cuestión, gracias a sonidos bellos y agradables de los 50.
Los vestuarios y caracterizaciones son competentes y trabajados al detalle, y más aún tratando de emular una época 2 décadas atrás de cuando fue rodada. Y trabaja unos inteligentes planos de cámara que son usados cuando los actores narran en algún momento, una historia sentida y sincera.
Por lo demás, se puede destacar también el trabajo en blanco y negro para situar al espectador en un momento pasado y nostálgico, un argumento que mejora a medida que avanza la película, y un guión bien hilado por el mismo director junto con Larry McMurtry y su novela.
Recomendable para todos aquellos que buscan un cine emotivo y diferente, rodado de forma personal y única, ofreciendo diferencias en pequeños detalles que resultarán en realidad enormes por tratarse de algo muy distinto a lo convencional, y dirigido hasta el momento.