El festín de Babette de Gabriel Axel es un drama basado en el siglo XIX sobre una aldea de Dinamarca muy puritana en la que dos humildes ancianas nostálgicas dan acogida a una joven francesa que guarda en su interior grandes habilidades gastronómicas. Dirigida con un ritmo paulatino y con un estilo personal y clásico europeo, es una obra particular en su trama que tiene dos partes: por un lado la juventud de las protagonistas y por otro la vida culinaria de Babette, logrando un film íntimo e impecable en lo que expone que va de menos a más y ofrece algo distinto sin ánimo de sorprender al público con temáticas efectistas, sino más bien con un trabajo impoluto aunque con algo de falta de pasión en su desarrollo.
La fotografía es evocadora y bien cuidada en detalles estéticamente sugerentes a la época y lugar en cuestión, gracias a sus imágenes hermosas e idóneas que añaden confort a un trabajo competente. La música clásica con violines y pianos añaden armonías al film solo en determinadas escenas, ya que en el resto de la película predominan los silencios y sonidos cotidianos del lugar. Los planos y movimientos de cámara consuman un buen trabajo técnico a través del uso de los detalles, subjetivos, generales, reconocimiento, seguimiento, planos medios y primeros planos sobrios que se centran en las interpretaciones y la acción.
Las actuaciones son profundas y naturales. Cuenta con las acertadas y cumplidoras interpretaciones de Stéphane Audran, Jean-Philipe Lafont, Gudmar Wivesson, Jarl Kulle, Brigitte Federspiel, Preben Lerdorff Rye y Bibi Anderson entre otros. Emplea para estos la dirección artística unos vestuarios y caracterizaciones alusivos a la época según el personaje y su profesión en un estupendo trabajo que junto con los decorados te transportan eficazmente al momento y lugar en cuestión.
El guion, escrito por el mismo director, va de menos a más y tiene dos historias paralelas de distintas épocas pero que al final se entrelazan en un festín de ensueño, logrando captar la atención del espectador más clásico y exigente que no espera grandes historias, sino una trama sencilla y bien hilada que no lo deja descontento. Esto se lleva a cabo con una narrativa con voz en off afable y explicativa que sin prisas y profundidad añade equilibrio y sentido durante todo el film. Cabe destacar también, el montaje con flash-back recordatorio que pone al público en situación sobre el pasado de la protagonista.
Para finalizar, la considero una obra con buenos momentos y detalles pero no un film imprescindible para visionar en líneas generales, aunque ganara el oscar a la mejor película extranjera ese año, siendo por tanto un film decente que no defrauda a los cinéfilos cásicos de cine europeo pero que tampoco deslumbra a nadie. Recomendable por su dirección, guion, actuaciones, fotografía, música, montaje, vestuarios, caracterizaciones y narrativa que convierten a El festín de Babette, en un buen film en líneas generales que no defrauda pero tampoco apasiona a nadie.