La obra clave de Kim Ki-Duk, la que le dotaría de notoriedad en festivales internacionales a costa de producir desmayos en el festival de Venecia y críticas favorables equiparables a la indignación despertada.

“La isla” o un cuento gore sobre el dolor y amor en forma de crudas automutilaciones y torturas. Resulta inolvidable una vez vista, de esas películas que poseen ciertas secuencias que se quedan clavadas como un anzuelo en un ojo. De esos personajes a los que odias, amas, no entiendes y compadeces.

El surrealismo se funde con lo onírico en forma de metáforas y paralelismos extravagantes. Un fascinante y silencioso juego de imágenes que tristemente se quedan en provocación de difícil olvido, aunque Kim Ki-Duk demuestra que es capaz de dotar de romanticismo y lirismo a la más cruel de las torturas o vejaciones.

Buena factura técnica y poético final a tono con la obra.