El villano siempre repite a Iron Man que ha perdido aunque realmente quién ha perdido ha sido él. Tan sólo es entendible esa frase pensando que la película ha perdido espectadores o que éstos esperaban una mayor cuantía de chistes guasones tan acertados en la primera entrega y que ahora se encuentran con algo condenado al trasvaso de una cinta que todo el mundo espera mayor, menos el que suscribe y escribe. Si la suma de las partes es proporcional al producto, entonces, “The Avengers” va a ser completamente fallida y netamente taquilllera.

Pero realmente el villano hace referencia a que Iron Man en esta parte sangra. Cuando uno sangra o es que se hace mayor o sencillamente tiene el periodo. Puede que tenga los efectos más trágicos de la menstruación sea el propio director. Jon Favreau se reserva el papel de chico gracioso y taxista del héroe, heroínas y ‘heroínos’. El resultado es su capacidad para ganar un combate de boxeo: a larga duración. Pero no sé si esas dos horas de metraje aguantan tan poca sangre cinematográfica. Nos prometieron que en esta parte Stark tendría problemas con la bebida pero tan sólo se trinca 2,3 litros diarios de batido de agua sucia azulada y apenas da un par de lameteos a un Martini y una copa de champagne Cristal. La película está formada por dos ‘grandes’ secuencias de acción y entre medias una pelea de amigos al ritmo de popurrí de Queen, Daft Punk y Rob Base. Si tuvieran el mismo mimo en la película que para la remezcla otro Iron Man cantaría.

La primera como primer punto de inflexión donde la loba siberiana, Ivan Vanko, nos muestra su uso del látigo bondage y del perfil ruso. La segunda es la ‘gran’ secuencia final con clímax a lo batalla final y no-nevada de “Kill Bill” con mucho metal pero poco encanto a lo O-Ren Ishii. Malibu y los sistemas operativos tuneados y en 3D ya no son lo mismo. Menos paladio y más “Thor” parece el lema de una película pensada para hacer caja y con la eficaz labia de esa estrella Robert Downey Jr.