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Voto de Maldito Bastardo:
4
6,0
6.798
Drama. Comedia
Esta es una historia de amigos que se atreven a cruzar esa delgada línea que separa la amistad del amor y que cambia la vida para siempre. Daniel, un joven y ambicioso chef español, acaba de conseguir su sueño: una plaza en el prestigioso restaurante de Thomas Wackerle en Zurich. Su extraordinario talento como chef le servirá para progresar en la exigente cocina de Wackerle, pero no podrá conseguir que su relación con Hanna, la ... [+]
28 de noviembre de 2010
33 de 61 usuarios han encontrado esta crítica útil
Imagínese que va al Bar Reynolds y le pide a Mauricio Colmenero un Ribera del Duero del 86. Después, ante la espera por la preparación del dueño del bar favorito de Aída, le pone el vino solicitado en vaso sucio de cristal arañado por un lavavajillas defectuoso de rebajas. El vino, por supuesto, está más picado que un Calimocho hecho con vino y Coca-cola marca low-cost de la Franja de Gaza y digno heredero de una furibunda versión de la Troma de “Entre copas”.
Después del golpe del cristal en la mesa le sueltan, entre sonrisas que esconden una lluvia interna de carcajada, «Tome, su Ribera del Duero del 86… ¡Bon Appétit!». Desde luego, ser Luci y que te haga una lluvia dorada Bom en “Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón” es un lujo comparado con todo la anterior.
He salido del cine, después de ver “Bon Appétit”, al ver como ese pretendido Ribera del Duero 86 que nos han vendido público y crítica, se convertía en vino Tyson (o sea, peleón) del menú más vulgar del día. Mucho product-placement y planos panorámicos para mostrar la magnificencia de sus escenarios: Zurich, Munich y Bilbao. Mucha postal… y poco cine. Refrito con aceite de marca pero con poca calidad. Desde “El apartamento”, con su protagonista trepa y ambicioso al que frena el amor, pasando por “Deliciosa Martha” hasta el pagafantismo de “(500) Días juntos”.
No falta secuencia con playa y dicotomías con elecciones mil veces vistas: ‘¿Trabajo o amor?’, ¿‘Amigos o novios’?, ‘¿Dejará a su mujer mi amante?’, ¿Ribera del Duero del 86 o una Fanta sin gas’? Y es que precisamente lo más gracioso y al mismo tiempo hiriente de “Bon Appétit” es que pretende construir el gusto del buen vino con el respaldo de música acústico-electrónica, diversidad idiomática y emociones directas al corazón pero se queda a mil paladares luz de la inmediatez y encanto de “Once (Una Vez)” de John Carney.
Porque todo se puede resumir en un plato demasiado obvio para tanta elaborada preparación e ingredientes. Se hacen símiles con las películas en un pretendido juego de metaficción-romántica pero consigue el efecto contrario: “Bon Appétit” es un plato más precocinado.
Después del golpe del cristal en la mesa le sueltan, entre sonrisas que esconden una lluvia interna de carcajada, «Tome, su Ribera del Duero del 86… ¡Bon Appétit!». Desde luego, ser Luci y que te haga una lluvia dorada Bom en “Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón” es un lujo comparado con todo la anterior.
He salido del cine, después de ver “Bon Appétit”, al ver como ese pretendido Ribera del Duero 86 que nos han vendido público y crítica, se convertía en vino Tyson (o sea, peleón) del menú más vulgar del día. Mucho product-placement y planos panorámicos para mostrar la magnificencia de sus escenarios: Zurich, Munich y Bilbao. Mucha postal… y poco cine. Refrito con aceite de marca pero con poca calidad. Desde “El apartamento”, con su protagonista trepa y ambicioso al que frena el amor, pasando por “Deliciosa Martha” hasta el pagafantismo de “(500) Días juntos”.
No falta secuencia con playa y dicotomías con elecciones mil veces vistas: ‘¿Trabajo o amor?’, ¿‘Amigos o novios’?, ‘¿Dejará a su mujer mi amante?’, ¿Ribera del Duero del 86 o una Fanta sin gas’? Y es que precisamente lo más gracioso y al mismo tiempo hiriente de “Bon Appétit” es que pretende construir el gusto del buen vino con el respaldo de música acústico-electrónica, diversidad idiomática y emociones directas al corazón pero se queda a mil paladares luz de la inmediatez y encanto de “Once (Una Vez)” de John Carney.
Porque todo se puede resumir en un plato demasiado obvio para tanta elaborada preparación e ingredientes. Se hacen símiles con las películas en un pretendido juego de metaficción-romántica pero consigue el efecto contrario: “Bon Appétit” es un plato más precocinado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Mención especial para la descripción de Suiza como país que no sufre la crisis. A uno le despiden y se va de fiesta y no para de reírse. Tampoco explica el convenio que tiene el sector de la hostelería de allí porque, al parece, uno coge días libres y hace kilómetros al coche de empresa pa' aburrir. También que te manden a abrir una franquicia en Londres de un reputado restaurante cuando suele ser el cocinero estrella quién haga el honor y no delegue tal. Pero lo que me ha dejado más intrigado es que en Munich, y por extensión Alemania, paren como si cagaran. ¿Metáfora absolutamente trascendental de lo que es la película de David Pinillos?