Es cierto que el paso del tiempo ha hecho que esta magistral comedia de Frank Capra haya caido en el olvido, especialmente porque el gusto del público ha cambiado y está acostumbrado a ver comedias de nula calidad llenas de un humor asquerosamente ridículo y desagradable que Hollywood distribuye a los cinco continentes, demostrando así su decadencia creativa.
Pero seamos justos: ésta es una película notable porque si la comparamos con las actuales, en el plano técnico podrá estar vieja, pero en el narrativo y actoral es una verdadera delicia, pues basta contemplar el origen teatral de esta historia y su negrísimo humor para comprobar que estamos ante una película, que luego de visionarla es difícil de olvidar. Y lo digo, luego de verla y compararla con la obra que hace poco vi en el teatro, ambas son muy divertidas, pero la película tiene sus diferencias por ser el cine un medio artístico muy distinto.
Capra demuestra lo gran director que fue con un manejo fluido y pujante de un guión que no tiene nada de desperdicios en ninguna escena y con situaciones absurdas pero simplemente hilarantes en las que Cary Grant acaba imponiéndose en medio de un reparto lleno de personajes disparatados como el loco hermano que se cree el presidente Teddy Roosevelt, el otro hermano que es un delincuente parecido a Boris Karloff, junto con su simplonazo doctor que le operó la cara, las tías que son adorables pero dudosamente caritativas en su proceder delictivo y un par de locos policías, uno de ellos un frustrado dramaturgo.
Es mejor no revelar la trama pues se perderían las sorpresas de la historia.
Simplemente digo véanla y disfrútenla, pues las risas están garantizadas.