En este estruendoso e infernal parque de atracciones, no he podido evitar sentirme algo confundido e inquieto ante una Julia Ducournau dispuesta a derrochar todo su combustible en un universo de motor en el que la lógica tiene el mismo valor que un plato roto.

Reconozco que 'Titane' hace varias cosas bien. Un primer acto absorbente, una rebelde y creativa puesta en escena y un patente gusto por la violencia extrema harán realidad aquellos deseos más despiadados y selváticos de determinado sector del público. Porque este film francés, tomando prestado algún que otro testimonio, es como ir a una fiesta borracho y, si me permiten un ligero apunte para maquillar la escena, envuelto en llamas cual valiente pirómano consumido por su cálida obra.

Es en el propio desarrollo de los acontecimientos donde no me consigo ubicar del todo a pesar de las supuestamente profundas reflexiones sobre la identidad, la pérdida y el deseo, entre muchos otros adornos filosóficos. Un deslavazado discurso que se pierde con facilidad entre tanto surrealismo y desesperación. No ha logrado cautivarme.