"Nos pasamos la vida tratando de ser quien no somos, y al final del camino, acabamos siendo solamente nosotros mismos". Esas fueron las sabias palabras de Ignatius en una de sus, por decirlo de alguna manera, curiosas "performances". Hoy, antes del estreno de la serie, el propio Joaquín Reyes dijo "en realidad somos todo forma, en el fondo no hay nada", y, después de pensarlo unos segundos, me he dado cuenta de que es cierto. Pensadlo bien: la troupe chanante siempre se ha visto rodeada de un aura de humor indescifrable, e incluso hay gente que lo cataloga de humor lisérgico (y hay quien solo aguanta La Hora Chanante o Muchachada Nui con algo de THC en el cuerpo, que no es LSD, pero las risas ahí están). ¿Y quién nos dice a nosotros, dispuestos a buscar cualquier significado oculto para darle algún sentido a la hilaridad que nos provocan, que en realidad no son más que lo que estamos viendo, sin querer ir más allá?
Museo Coconut tiene un formato distinto: es una sitcom, con sus risas enlatadas (que se notan más que en aquella escena de Annie Hall en la que Woody Allen se quejaba por la presencia de risas, a pesar de la ausencia de gente), que transcurre en un museo, tras la llegada de un director (Raúl Cimas, cómico al que pondría un monumento) rebotado del MOMA por véte a saber qué barrabasada.
Sé que es muy difícil valorar una serie con el primer capítulo, así que quien lea esto que tenga muy presente que solo es una primera impresión, y, ante todo, una VALORACIÓN PERSONAL, y mi criterio puede no tener nada que ver con el vuestro. El único consejo que me veréis daros a la hora de ver una película o una serie es este: que nada os frene a la hora de ver una serie nueva, aunque a primera vista sea una patochada de la talla de Física o Química, a la cual he de reconocer que dí una oportunidad, dadle pábulo a lo que sea, ese es el único refuerzo para un punto de vista bien definido por estos lares. No os cerréis puertas.
Sí, son grandes cómicos, que siguen fieles a su humor manchego, y la duración del capítulo (30 minutos, de diez a once han sido dos capítulos) hace que se pueda digerir sin dificultad, pero algo falla. Nos encontramos, al igual que en la mayoría de series, una trama principal y una trama secundaria, ambas autoconclusivas, y aderezadas por una parte con una breve participación de Miss Coconut (Carlos Areces, otro crack del humor) y su hijo consentido (Ernesto Sevilla, idem, aunque menos idem para mi gusto), y por otra parte con un único sketch de dibujos animados que, para mí, ha sido lo mejor de la serie, llamado Maricón y Tontico. Si tenemos chicos con vis cómica, fieles a sus raices y soltando paridas surrealistas, ¿qué es lo que falla? Aún no lo sé, puede que las risas enlatadas sean demasiado forzadas, o que el cambio de estructura les haya perjudicado, o que se hayan pasado de rosca en un inclasificable giro gafapastil (gafapastil: relativo al gafapastismo).

Sigo en spoiler.