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España España · Oviedo
Voto de Gould:
9
Intriga. Thriller. Cine negro Inspirada en la novela homónima de Patricia Higsmith. Durante un viaje en tren, Guy, un joven campeón de tenis (Farley Granger), es abordado por Bruno (Walker), un joven que conoce su vida y milagros a través de la prensa y que, inesperadamente, le propone un doble asesinato, pero intercambiando las víctimas con el fin de garantizarse recíprocamente la impunidad. Así podrían resolver sus respectivos problemas: él suprimiría a la mujer ... [+]
30 de abril de 2017
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hitchcock añade a la famosa novela de Patricia Highsmith, sobre un intercambio de asesinatos, el recurrente y casi obsesivo tema del falso culpable para ofrecernos uno de sus habituales guisos de alta cocina.

La atmósfera de la película es magnífica gracias en buena parte a la soberana fotografía de Robert Burks y al uso por parte de Hitchcock de planos picados y contrapicados que refuerzan la angustiosa sensación del protagonista o la enfermedad mental de Bruno.

La película cuenta, y es una de sus bazas principales, con el excelente trabajo de Robert Walker como psicópata –posiblemente el mejor de su carrera- personaje con el que Hitchcock, de origen humilde, aprovecha para satirizar los caprichos de un niño mimado por una desequilibrada madre, miembro de la high society a la que tanto aborrecía. La gran losa es, sin duda, el personaje de Guy, su debilidad, su incapacidad para reaccionar inteligentemente en ningún momento –acentuado por el desigual trabajo de Farley Granger-. Hay siempre algo irritante, poco creíble, en ese planteamiento –deux ex machina- que obliga a los personajes a comportarse como verdaderos tarugos por no acudir rápidamente a la policía e ir enfangándose más y más en sus errores.

Pese a ello y a algunas que otra debilidad más de guion, algo habitual en Hitchcock, el maestro nos deleita, sin embargo, con un despliegue de inolvidables escenas, llenas de ingenio e inteligencia visual, con esa capacidad única que tenía sir Alfred de grabar en nuestra retina momentos irrepetibles, desde la inicial escena en el que la cámara sigue los pasos de los protagonistas hasta su primer encuentro, las enfermizas escenas entre la madre y el hijo con dislocadas angulaciones y primeros planos, la impactante escena del asesinato en la que el verdugo se refleja en las gafas de ella o los siempre inquietantes planos de Bruno, en especial el inolvidable de los espectadores que asisten al partido de tenis y en el que él es el único que no gira la cabeza, por no hablar de toda la escena del partido de tenis jugado contrarreloj o la escena del mechero donde Hitchcock consigue que el espectador se ponga del lado del asesino.

Magnífica sin llegar a obra maestra.
Gould
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