Russell Rouse fue un reputado guionista, mucho menos conocido en su labor como director en la que destacó con un ramillete lamentablemente escaso de películas, no más allá de media docena, normalmente bajo los presupuestos de serie B, pero de enorme originalidad y distinción. Su debut en la dirección con “The Well” (El pozo de la angustia, 1951) es, sin duda, una obra maestra algo olvidada por las antologías al uso.

Para aquellos ingenuos que piensen que Coppola o Scorsese fueron los primeros en mostrar el lado familiar de la mafia, con sus problemas de salud y sus afanes por aparentar a toda costa un aire de legalidad, deberían ver esta película seca y directa, a ratos de aire documental, que sigue estilisticamente la estela abierta por “La casa de la calle 92“(1945) de Henry Hathaway. Todos los temas hoy clásicos en las películas y series de mafiosos se encuentran en esta radiografía razonada de la vida laboral y cotidiana de la mafia de Nueva York a través del personaje de Charlie Lupo -interpretado por Broderick Crawford-, de sus complicadas relaciones con los políticos corruptos de Washington y con su propia hija, enamorada del matón profesional Nick Magellan, todo ello contado desde su punto de vista.

Producida por la Warner con guion del propio Rouse y de Clarence Green (también productor y colaborador habitual de Rouse) la película está rodada con severa eficacia y un marcado carácter de cine documental, para mostrar con viveza los males del “sindicato” del crimen con una áspera descripción de los crímenes, de una sequedad y economía expresiva modernísima.

El trío protagonista es de gran atractivo, especialmente por la parte del soberbio e impasible Richard Conte como matón, más que de un Broderick Crawford como mafioso de acaloradas maneras, junto a una joven Anne Bancroft, como hija del mafioso, que ya demostraba un gran carácter y personalidad.

Un noir adelantado a su tiempo.