La película parte de una premisa archiconocida y muy manida;

Un padre entregado por completo a un trabajo en el que no se le valora y explota abandonando sus quehaceres domésticos y conyugales, emprende un regreso del trabajo tras una agotadora jornada laboral. Durante el largo trayecto en coche de vuelta a casa, contrarreloj para tratar de llegar a tiempo al cumpleaños de su hija, un accidente al volante cambia el devenir de los acontecimientos.

A partir de aquí, el director tiene dos opciones; mantener el pulso narrativo con un nudo-desenlace más o menos convencional (al estilo de la francesa "sin respiro") convirtiendo la pelicula en un thriller más o menos interesante, o (como es el caso), iniciar un camino extravagante hacia ninguna parte, tratando de cargar de contenido metafísico a unos acontecimientos sin ningún sentido, puesto que el director no tiene claro qué es lo que quiere. ¿entretener con un respetable thriller o hacer una película de “conciencia” que te haga más o menos pensar?.

En mi opinión, la película te mantiene atento los primeros 25 minutos. Es a partir de ese momento donde ni el mismo director se cree lo que está haciendo, emprendiendo una huida hacia delante que hace que no des crédito a nada de lo que estás viendo. Por supuesto, el final está a la altura de todo el despropósito del resto de la película.

El plantel de actores tampoco ayuda mucho en hacer más creíble el relato. El protagonista Julián Villagrán (al que recuerdo haciendo de yonki en la excelsa “Grupo 7”), parece no querer esforzarse mucho en hacer su papel, tirando de oficio para cubrir el expediente.

En resumen, la película no funciona ni como thriller ni como algo con más “carga de profundidad” como pretende su director. Ni siquiera la recomendaría para un aburrido domingo por la tarde en la que no sabes qué hacer.