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Voto de Archilupo:
9
Fantástico. Comedia. Romance Lucy Muir es una joven viuda que decide irse a vivir a orillas del mar, a una casa encantada que perteneció al capitán Gegg, un marinero cuyo fantasma se le aparece. Al principio, el capitán utiliza los mismos trucos que le sirvieron para librarse de otros inquilinos, pero con Lucy no funcionan. (FILMAFFINITY)
30 de marzo de 2008
61 de 62 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los seres humanos viven en la esfera del tiempo; los espíritus, en la eternidad.
¿Es posible el amor entre ellos, dado que la muerte separa sus respectivos mundos?
Sobre esta pregunta dramática se asienta con melancólico aplomo el film de Mankiewicz.
La joven viuda Muir, Lucía (G.Tierney), al abandonar Londres con su pequeña hija (Natalie Wood diminuta) para alejarse de la familia política, del mundanal ruido de las cuñadas, llega hasta 'La Gaviota', una casa solitaria en los acantilados de Whitecliff-by-the-Sea, y queda fascinada por su "espíritu", aunque éste ha ahuyentado a varios inquilinos anteriores.
El espíritu se concreta en una voz, la de un lobo de mar, el capitán Gregg, último dueño de la mansión. Es inmaterial e intangible, pero la película le dota de figura, la de un apuesto Rex Harrison.
Ansiosa por instalarse, la viuda demuestra ser valerosa y tenaz. El intemperante marino cede en su plan de echarla, y se llega a un momentáneo equilibrio. La casa acepta a las nuevas inquilinas y el espíritu se estabiliza como una presencia hogareña.
Pero la señora Muir no es una muerta. Pertenece a un mundo con acontecimientos que se suceden en el tiempo, hacia un largo futuro hecho de anhelos: la hija que crece, la necesidad de ingresos, los negocios en la ciudad: mundo de los vivos, de los incluso-demasiado-vivos...
El campo del capitán Gregg es la eternidad, donde no se siente el escozor de los celos, ni la punzada de la nostalgia.
Para atenuar esa nostalgia que late constantemente mientras los hechos van ocurriendo, todo en el film es elegante y vigorosa melancolía. Buena parte la crean la envolvente música romántica de Herrmann, maravillosa (incluye significativa cita del 'Adagio' de Samuel Barber), y la fotografía de Charles Lang, contribución también inigualable.
De los acantilados blancos procede otra música, que se adivina: el oleaje rítmico, su rumor constante.
Desde 'La Gaviota', un catalejo bien lustrado apunta siempre hacia el horizonte, la frontera de ultramar. De allí, y sin la menor ostentación, parece obtener profundidad esta inmensa película.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Archilupo
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