Charlie Oakley visita a la familia de su hermana mayor, que vive en Santa Rosa, un pueblo idílico. Mantiene una relación muy especial con una de sus sobrinas, que se llama igual que él. Sin embargo, esta última empieza a sospechar que su tío tal vez guarde un oscuro secreto.

Pocos malos en la historia del cine han tenido el carisma, la presencia y la elegancia del tío Charlie, ese distinguido malvado, refinado y cortés, estiloso, un tipo capaz de soltar frases que dejan temblando –“el mundo no es más que una inmundicia; si derribaran las fachadas de las casas, no encontrarían más que cerdos”–; un individuo inquietante, calculador, audaz, que provoca escalofríos.

El mago del suspense parece enamorado de su personaje, al que retrata desde la admiración. Establece paralelismos entre él y su sobrina –las primeras veces que les vemos ambos se hallan tumbados en sus camas en la misma postura–, oponiéndolos continuamente, comparándolos. Si el tío parece un ser de oscuridad, un ángel caído de la alta noche, la sobrina resulta un ser de luz, una pueblerina ingenua, ñoña, profundamente naif. Las interpretaciones son excelentes, sobresaliendo Joseph Cotten en su papel más emblemático (junto al de “El tercer hombre”, claro).

Hitchcock ofrece pinceladas de su perverso sentido del humor –el padre se distrae con un amigo planeando el asesinato perfecto–, y se encarga de recalcar el abismo que separa a esos burgueses del montón, entrañablemente aburridos, ridículamente felices, y al inolvidable villano.

Algunas perlas del tío Charlie:

“No eres más que una chica vulgar que vive en un pueblo vulgar. Cuando te despiertas por la mañana sabes perfectamente que no existe nada en el mundo que te perturbe. Vives tu pequeño día vulgar. Y por la noche duermes tu tranquilo y repetido sueño vulgar lleno de dulces y estúpidas ilusiones. Y yo te he provocado pesadillas”.

“Se pueden encontrar viudas de todas clases (…) Cualquiera puede verlas en los mejores hoteles dispuestas a divertirse, comiéndose el dinero, bebiendo el dinero, perdiendo el dinero al bridge, jugando día y noche. Apestando a dinero. Orgullosas de sus joyas pero nada más. Horribles, gordas, ajadas, codiciosas mujeres (...) ¿son seres humanos o son animales gordos y repugnantes?, ¿y qué les pasa a los animales cuando se ponen demasiado gordos y envejecen?"