Haz click aquí para copiar la URL
Voto de La mirada de Ulises:
6
Fantástico. Drama El chip Zoë, un implante de memoria, se coloca en el cerebro cuando naces, y su misión es grabar absolutamente toda tu vida. Cuando mueres, esa grabación se edita en una "rememorización" de todo lo sucedido, como una película que se muestra en tu funeral con las piezas unidas por un montador. Juguete para los privilegiados, los chips Zoë están cambiando la interacción de los humanos, pues saben que están siendo grabados, pero algunos se ... [+]
14 de mayo de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El tema de la memoria es uno de los predilectos del cine, como también lo es el de la redención de la culpa propia o ajena. Ambos están presentes en "La memoria de los muertos" (The Final Cut), película de ciencia ficción realizada por Omar Naim en el 2004 y que resulta tan sugerente como incompleta. En una sociedad del futuro, a algunos -uno de cada veinte personas- se les han implantado al nacer un chip Zoë en la memoria, que permite almacenar como recuerdos todo aquello que ven, y en ocasiones -por error del chip- también lo que imaginan o sueñan. El objetivo no es otro que poder hacer, una vez muerto el individuo, una película de su vida que le haga eterno entre sus seres queridos, algo que es encargado a un montador. Este profesional debe trabajar las imágenes recogidas en el implante, entrevistar a los vivos que conociera... y "devorar los pecados" del cliente, pues se trata de tener un buen recuerdo del difunto.

La historia tiene su punto de originalidad y consigue generar inquietud al percibir que se está manipulando la realidad, que se está faltando al derecho a la intimidad, que se está minando la libertad para vivir y la paz para morir. Vemos que nadie está a salvo en esta sociedad que se auto-engaña, y hasta el constructor de la memoria tiene su talón de Aquiles y necesita un rememorial que le permita liberarse del peso de la culpa. Hay un código moral para esos montadores que se respeta mientras conviene, y un movimiento social anti-implante con sus manifestaciones de queja y sus sicarios de turno. En realidad, todo está dispuesto para crear la gran mentira y para garantizar un recuerdo placentero, como si de los muertos solo se pudiera hablar bien y de los vivos... En el fondo, quien paga tiene derecho a escuchar lo que quiere oír, y al resto poco le importa que se omitan las mezquindades que en toda vida existen.

Por otro lado, causa perplejidad asistir a esas proyecciones privadas como si de un ritual pagano se tratara, con toda la carga sentimental y de falsedad que encierran, con la falta de pudor de quien sabe que todo lo que se proyectará habrá sido filtrado o censurado... Y también produce pena ver cómo contemplar la vida de los otros no hace sino vaciar la propia de emociones y alejar al protagonista de la realidad, o produce vértigo comprobar hasta dónde puede llegar la tecnología en su proceso de deshumanización. La cinta está realizada con corrección, aunque la idea daba para más y todo se queda en una herida de la infancia que necesita ser curada, en una manipulación del montaje -ahora me refiero al montador del film, no al de los rememoriales- que va y viene en el tiempo, que se introduce en una mente y en la del vecino. Hay que agradecerle a Robin Williams su sobriedad interpretativa y que deje de lado alguno de sus histrionismos, y también al director que adopte la actitud de su protagonista para dejar fuera de campo alguna de las miserias humanas.
La mirada de Ulises
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow