Con halos de experiencia juvenil femenina pendiente de su Sino, pronto el impulso de lo latente se expresa de forma sibilina en un trasfondo oscuro y pesado. La dicotomía es clara: la falta de libertad femenina se contralleva con la luminosidad de los planos. La directora imprimió esa luz brillante y vivaz expresando la vida de las protagonistas, que poco a poco se va apagando al igual que su descubrimiento de lo que las rodea. Un mosaico de posibilidades frente a una única realidad, un elenco de caminos que solo conducen a la salida, la falsa libertad. Partiendo de la inocente visión de la protagonista más pequeña, el guión trata esa evolución, esa apertura de ojos casi cruel que la niña vive en sus carnes, ve como sus ansias de libertad y sus pilares emocionales se derrumban, ve como no puede tener ni tocar lo que ansía. La trama recorre los sinuosos caminos con giros e impactantes recovecos que no hacen más que agrandar la tensión narrativa para, a modo de brutal choque de realidad, la luz vuelve a entrar en un pequeño resquicio, en un rayo de esperanzadora luminosidad. Vemos esa evolución en el guión y en las distintas expresiones de las personalidades de los personajes, bien recreados y consistentes en sus interpretaciones. Acompañando a la iluminación, actor imprescindible, la música, que atenúa y amplía esa tensión 'in crescendo' de la cruel realidad: la falta de libertad.