Casi setenta años tiene Eastwood cuando rueda esta película y, por muy bien que los lleve, se le notan todos. Eso no quita para que se nos presente tal cual en el papel de follador empedernido que se atreve con todas. Un tinte de pelo, alguna faena fina de maquillaje que intentara quitarle algunos años no hubiera estado de más. La imagen de anciano salido resulta ridícula.

También es chocante que la esposa sea una morenaza, cuarentona larga, y la hija de ambos sea una nórdica de pelo casi blanco y ojos claros de apenas tres añitos. O es adoptada o ese resultado nunca pudo salir de esa collera.

Seis años lleva Isaiah Washington en prisión y tiene una preciosa hija de unos 4 años que está íntimamente ligada a él, como si en lugar de estar en el corredor de la muerte hubiera vivido en el salón de su casa.

Luego hay una serie de detalles que, a poco que se piensen, hacen inverosímil la historia, pero, por no hacerme más largo, lo dicho: la película no aburre, un pasarratos sin más pretensiones.