Es la "Casablanca" del terror psicológico. Una película que logra encajar todas las piezas a la perfección, otros grandes directores han intentado copiar la fórmula y no lo consiguen, incluso con materia prima de mejor calidad. Un plato donde todos los ingredientes aportan su sabor pero se mezclan entre si creando algo nuevo y único. Nos impregna de sensaciones contínuamente, la lucha de la racionalidad y las emociones más profundas, la extraña atracción de lo prohibido, el morbo en estado puro.

Los trucos de guión, las inconsistencias en los retratos de los personajes, al igual que en el film de Michael Curtiz no importan, son secundarios. ¿Acaso suena una campana cuando un ángel recibe sus alas?.

Una banda sonora notable y escenas para la antología del cine, diálogos memorables y un final de 10 que te hacen desear saber más.

Es un gran contraste que Ridley Scott se atreviera con la segunda parte, dispusiese de todas las claves, de una historia a la altura, grandes actores, un presupuesto acorde y solo pudiese hacer un producto digno. Por desgracia todo apunta a que Jonathan Demme no lo habría sabido hacer mejor y tuvo la virtud de decir no.

Una película que fascina donde debería de repugnar.