El pesimismo de estos dos señores es inconmensurable. Vive Dios. Y, aún con esto, es Babel, sin duda, la más diáfana película de su trilogía.

Pese a ser tan agoreros y mal rollistas, se les perdona todo porque sus películas están muy bien hechas, a todos los niveles. Babel es hipnótica. Si ves la primera secuencia, aunque no te apetezca nada visionar un dramón en ese momento, te tragas el resto del metraje sin rechistar.

Supongo que el mayor valor de estos dos señores es el realismo salvaje que destilan sus historias, que, para colmo, por sí mismas, son difíciles de creer. Pero están tan perfectamente ambientadas, interpretadas y, por supuesto, dirigidas, que todo cuánto sucede no sólo resulta creíble, si no que, además, te engulle y te noquea y tu interés permanece intacto hasta al final.

Árabe, inglés y francés para la historia de un matrimonio de turistas americanos en ruta por Marruecos.
Español e inglés para la historia de una boda mejicana, con dos invitados de última hora.
Japonés y lenguaje de signos para la historia de una adolescente sordo-muda con más de un trauma.
Y todo entremezclado por arte y magia del soberbio montaje, hilvanado entre sí por el magnífico guión de Arriaga, ambientado por la correcta partitura de Gustavo Santaolalla y retratado con maestría por Rodrigo Prieto, que como director de fotografía compone un cuadro de luz y texturas perfecto para cada uno de los escenarios donde transcurre esta “historia de vidas cruzadas”.

PD: Dejad de quejaros de chorradas y empezad a ver las películas en V.O.