Lo de la menstruación de la niña, como leitmotiv argumental, me parece una guarrada y, además, se nota que, de menstruaciones, ni el autor (del guión, al menos) ni el director tenían mucha o ninguna idea. Que lo que tiene la pobre Carrie en la ducha es una hemorragia bestial que le da para pringar toda la zona de vestuarios y hasta la ropita de la profesora. Que eso (afortunadamente) no funciona así.

Cómo puede ser que en una sociedad en la que el psicoanálisis y la asistencia social están tan arraigados, se permita que las adolescentes convivan con chifladas peligrosas que las trastornan, por muy madres suyas que sean. Y es que lo de la mamá es exageradito... más parece la loca de los Simpson que se tira de los pelos mientras mete gatos en un saco, que una madre de barrio común.

De Palma no informó adecuadamente al de atrezzo, que lo dispuso todo pensando que lo que se iba a rodar era una comedia. Si no, no me explico lo del Cristo de los faroles, ese. Parece un muñequito vudú raro, estropeado, en fin, hecho un cristo. Cuando un director hace una peli de terror en serio, y lo que consigue es que te mondes, es que algo no está bien hecho.

Los violines chirriantes robados de Psicosis, los movimientos de cabeza de la nena imitados de la Novia de Frankenstein, eso de que un gimnasio de colegio pete como si fuese un almacén de pirotecnia... Y una cosa es la telequinesis, muy útil para ganarte la vida doblando cucharas, y otra la destreza circense a lo Bronco Billy.

La peli es regulera, pero Sissy lo borda. Sí, sí.