Yo soy de los que va al cine sin saber nada de la película. Ni tráilers, ni críticas, ni nada de eso. Suelo ir simplemente porque me llama la atención el cartel, porque me la han recomendado o porque me apetece. Por eso no puedo sentirme traicionado por las críticas grandilocuentes que he leído a posteriori.

Suelo cocinar con poca sal, pero hacía tiempo que no veía algo tan insulso. La película en sí no es del todo fea. Estéticamente es agradable y hay planos muy bonitos, pero es de esas películas en las que estás deseando que acabe o que, por arte de magia, de algún tipo de giro inesperado y te sorprenda. La pareja protagonista se hace querer desde el primer instante y te envuelve en un mundo cálido y acogedor en el que estás esperando con ansia el momento del chispazo con el que todo cobra vida. Desafortunadamente ese momento nunca me llegó. Quiero pensar que no estaba en el momento, ni en las circunstancias idóneas para que se produjera esa conexión, por lo que la película me ha dejado frío y bastante frustrado.

La tensión creada cuando el perro espera a la puerta del bar cada noche, es el único elemento que hace las dos horas medio soportables. Me gusta vivir las películas, no luchar para sobrevivirlas.