El personaje encarnado por Orson Welles está al borde la muerte por lo que se le plantea el problema de la definición de sus herederos. Sucede que, primordialmente es el dueño de una mansión obscura (no el en sentido de falta de iluminación) donde sórdidamente convive él con una serie de personajes más o menos siniestros. Allí acude Jan, quien tiene una relación incestuosa con su hermana. El principal socio del futuro "causante", para decirlo en terminología jurídica es una especie de ciruja que embalsama animales, ratas en particular, por lo que se considera un artista, al tiempo que acaricia uno de sus animalejos. En general, la trama es más o menos sórdida y, aunque hay una dosis de intriga, la misma se va perpetuando, mientras se asiste a la malévola atmósfera del caserón burgués, y la codicia y equivocidad de sus habitantes, pero cierta lentitud y falta de definiciones van ensombreciendo el panorama fílmico, con personajes de un grotesco muy barroco, bastante ridículo, poniéndose densa y navegando poco criteriosamente hacia el tedio. 4,50.