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Voto de Ghibliano:
10
7,9
116.935
Animación. Fantástico. Aventuras. Comedia. Infantil
Cuando su dueño Andy se prepara para ir a la universidad, el vaquero Woody, el astronauta Buzz y el resto de sus amigos juguetes comienzan a preocuparse por su incierto futuro. Efectivamente todos acaban en una guardería, donde por ejemplo la muñeca Barbie conocerá al guapo Ken. Esta reunión de nuestros amigos con otros nuevos juguetes no será sino el principio de una serie de trepidantes y divertidas aventuras. (FILMAFFINITY)
25 de julio de 2010
21 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Era muy difícil no esperarse algo grande de esta última parte de la trilogía. Al fin y al cabo, ahí está el recibimiento en todas las páginas de cine, el éxito de crítica y de público, y los testimonios de decenas de usuarios en FilmAffinity que han tenido el privilegio de verla. La expectación superó en mucho lo que podría preverse, y los resultados se han revelado más que satisfactorios para la mayoría.
Confieso que no empecé a recuperar el interés por "Toy Story" hasta que me di cuenta de la intensidad con la que muchos vivían la llegada de esta película. No me malinterpretéis, a mí me encantó la primera parte, pero la guardaba en mi memoria como un recuerdo inaccesible de la infancia. Confieso que me morí de envidia, al ver que había gente que disfrutaba tanto de este cine y que yo me estaba perdiendo. Y tal vez por eso le di otra oportunidad a la saga.
No hubo más que decir sobre aquella gloriosa primera parte. Me encantó entonces y me encanta ahora. Sin embargo, con la segunda me llevé un chasco. Era divertida, pero le faltaba la grandeza y el espíritu de la anterior. Bebía de sus éxitos, imitaba sus fórmulas, pero en aquella ocasión faltó la chispa, tanto argumental como a nivel de personajes, que diferenciara el buen entretenimiento de ese "algo" especial que me hizo caer rendido ante el carisma de Woody, Buzz y el resto.
Por eso, tal vez, temía un cierto agotamiento en esta tercera parte. Sin la menor duda de que iba a ver algo grande, me asustaba la posibilidad de que no lo fuera tanto como se había anunciado. Al fin y al cabo, parece que mi opinión sobre la segunda parte no era tampoco muy mayoritaria. Pensé que vería los mismos defectos aquí.
Sin embargo, mi escepticismo, mantenido durante toda la obra, no hacía más que convertirse en un gigantesco absurdo a medida que avanzaba el metraje, y que veía, otra vez, los chistes funcionando con una fluidez asombrosa, los conflictos interiores, la acción y el suspense, todo tan fresco como la primera vez (un ejemplo sería la vaquera Jessie; no me convenció el personaje en su primera aparición, pero aquí realiza un papel inapelable). En esta ocasión, parece que se lo trabajaron todo bien, y el resultado es no sólo la mejor de la trilogía (aunque prefiero considerar que la primera está a la misma altura), sino tal vez la obra más redonda de Pixar.
Su mayor acierto, pese a todo, reside en el argumento. "Toy Story 3" se aleja de las restricciones de la animación comercial y pone una serie de temas valientes encima de la mesa: la madurez, la infancia como algo pasajero y la necesidad de separarse de ese pedacito dulce de tu vida para seguir adelante. Andy ha crecido, ya no juega con sus juguetes, y éstos comprenden que su papel en la historia ha terminado. Atrás queda el niño que inventaba historias maravillosas con sus muñecos, los grandes momentos que la película se encarga de señalar en un comienzo abrumador, a la altura de aquellos maravillosos quince minutos de UP.
Confieso que no empecé a recuperar el interés por "Toy Story" hasta que me di cuenta de la intensidad con la que muchos vivían la llegada de esta película. No me malinterpretéis, a mí me encantó la primera parte, pero la guardaba en mi memoria como un recuerdo inaccesible de la infancia. Confieso que me morí de envidia, al ver que había gente que disfrutaba tanto de este cine y que yo me estaba perdiendo. Y tal vez por eso le di otra oportunidad a la saga.
No hubo más que decir sobre aquella gloriosa primera parte. Me encantó entonces y me encanta ahora. Sin embargo, con la segunda me llevé un chasco. Era divertida, pero le faltaba la grandeza y el espíritu de la anterior. Bebía de sus éxitos, imitaba sus fórmulas, pero en aquella ocasión faltó la chispa, tanto argumental como a nivel de personajes, que diferenciara el buen entretenimiento de ese "algo" especial que me hizo caer rendido ante el carisma de Woody, Buzz y el resto.
Por eso, tal vez, temía un cierto agotamiento en esta tercera parte. Sin la menor duda de que iba a ver algo grande, me asustaba la posibilidad de que no lo fuera tanto como se había anunciado. Al fin y al cabo, parece que mi opinión sobre la segunda parte no era tampoco muy mayoritaria. Pensé que vería los mismos defectos aquí.
Sin embargo, mi escepticismo, mantenido durante toda la obra, no hacía más que convertirse en un gigantesco absurdo a medida que avanzaba el metraje, y que veía, otra vez, los chistes funcionando con una fluidez asombrosa, los conflictos interiores, la acción y el suspense, todo tan fresco como la primera vez (un ejemplo sería la vaquera Jessie; no me convenció el personaje en su primera aparición, pero aquí realiza un papel inapelable). En esta ocasión, parece que se lo trabajaron todo bien, y el resultado es no sólo la mejor de la trilogía (aunque prefiero considerar que la primera está a la misma altura), sino tal vez la obra más redonda de Pixar.
Su mayor acierto, pese a todo, reside en el argumento. "Toy Story 3" se aleja de las restricciones de la animación comercial y pone una serie de temas valientes encima de la mesa: la madurez, la infancia como algo pasajero y la necesidad de separarse de ese pedacito dulce de tu vida para seguir adelante. Andy ha crecido, ya no juega con sus juguetes, y éstos comprenden que su papel en la historia ha terminado. Atrás queda el niño que inventaba historias maravillosas con sus muñecos, los grandes momentos que la película se encarga de señalar en un comienzo abrumador, a la altura de aquellos maravillosos quince minutos de UP.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Y, como en aquella, son otros quince minutos los que me desarman definitivamente, y me hacen llorar y sonreír con una fuerza y con una intensidad que muy pocas han logrado. Hablo, por supuesto, del cuarto de hora final.
La historia ya era lo suficientemente sólida, faltaba rematar. Empecé a dudar con ese tanteo con la transición de Lotso, puede que no fuera a tragar ese giro argumental, que por otro lado me parecía demasiado previsible. Sin embargo, su traición me pilló por sorpresa. Me gustó que no se llegara a redimir, porque al fin y al cabo, es un villano con una motivación comprensible, una espinilla incrustada en su corazón que le hace daño y le impide pasar página.
Cuando los juguetes caían, llegué a creer que su historia terminaba aquí. Y para colmo me lo redondean con una de las escenas más bonitas que he visto en animación, la de éstos enfrentándose a su terrible destino, y a pesar de eso unidos, como una gran familia. Confieso que yo también quería que murieran (en eso estoy de acuerdo con el usuario Sodapop), ya que ése me pareció en ese momento el cierre perfecto a la trilogía, un final triste, de nefastas consecuencias para todos, pero de alguna manera un alivio porque eso mismo es lo que todos ellos habían podido encontrar al cogerse de las manos. "No importa lo que tengamos que pasar, viviremos y moriremos juntos. Y ésta será nuestra mayor dicha", parecían transmitir, cuando se encontraban, abrazados y resignados, a las puertas de su mismo final.
Por eso, que se salvaran (otra sorpresa) me pareció tan poco apropiado. Pensé en ese instante que la habían cagado, que habían jodido un final que podría haber hecho historia en la animación infantil y dar un mazazo a todas las convenciones y restricciones que han sufrido estas películas durante tanto tiempo. Pero aún faltaba por ver lo mejor.
Cada vez que recuerdo cualquiera de esas últimas escenas me vuelven las lágrimas. La despedida de Woody de sus compañeros, la escena que observa desde su caja con la madre de Andy abrazándole y le hace recapacitar... y, especialmente, todo lo que revive Andy en casa de la pequeña Bonnie. En muy pocas ocasiones una escena me ha calado tanto hasta el punto de tener que hacer esfuerzos sobrehumanos por no llorar, pero es que la forma en la que me he identificado con él, con sus sentimientos nostálgicos y la certeza de que todo aquello ya pertenece a un pasado al que tiene que renunciar; verle emocionarse al observar a la niña jugando como hacía él, rejuveneciendo con ella y volviendo a disfrutar imaginando tramas alocadas con sus juguetes. Y ya la despedida recíproca de Andy y Woody para poner el colofón a un final épico. Duro y amargo, pero al mismo tiempo feliz y esperanzador. Como debía ser.
La historia ya era lo suficientemente sólida, faltaba rematar. Empecé a dudar con ese tanteo con la transición de Lotso, puede que no fuera a tragar ese giro argumental, que por otro lado me parecía demasiado previsible. Sin embargo, su traición me pilló por sorpresa. Me gustó que no se llegara a redimir, porque al fin y al cabo, es un villano con una motivación comprensible, una espinilla incrustada en su corazón que le hace daño y le impide pasar página.
Cuando los juguetes caían, llegué a creer que su historia terminaba aquí. Y para colmo me lo redondean con una de las escenas más bonitas que he visto en animación, la de éstos enfrentándose a su terrible destino, y a pesar de eso unidos, como una gran familia. Confieso que yo también quería que murieran (en eso estoy de acuerdo con el usuario Sodapop), ya que ése me pareció en ese momento el cierre perfecto a la trilogía, un final triste, de nefastas consecuencias para todos, pero de alguna manera un alivio porque eso mismo es lo que todos ellos habían podido encontrar al cogerse de las manos. "No importa lo que tengamos que pasar, viviremos y moriremos juntos. Y ésta será nuestra mayor dicha", parecían transmitir, cuando se encontraban, abrazados y resignados, a las puertas de su mismo final.
Por eso, que se salvaran (otra sorpresa) me pareció tan poco apropiado. Pensé en ese instante que la habían cagado, que habían jodido un final que podría haber hecho historia en la animación infantil y dar un mazazo a todas las convenciones y restricciones que han sufrido estas películas durante tanto tiempo. Pero aún faltaba por ver lo mejor.
Cada vez que recuerdo cualquiera de esas últimas escenas me vuelven las lágrimas. La despedida de Woody de sus compañeros, la escena que observa desde su caja con la madre de Andy abrazándole y le hace recapacitar... y, especialmente, todo lo que revive Andy en casa de la pequeña Bonnie. En muy pocas ocasiones una escena me ha calado tanto hasta el punto de tener que hacer esfuerzos sobrehumanos por no llorar, pero es que la forma en la que me he identificado con él, con sus sentimientos nostálgicos y la certeza de que todo aquello ya pertenece a un pasado al que tiene que renunciar; verle emocionarse al observar a la niña jugando como hacía él, rejuveneciendo con ella y volviendo a disfrutar imaginando tramas alocadas con sus juguetes. Y ya la despedida recíproca de Andy y Woody para poner el colofón a un final épico. Duro y amargo, pero al mismo tiempo feliz y esperanzador. Como debía ser.