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Voto de Amin Adabaman:
3
Drama. Romance Laurence Alia (Melvil Poupaud) es un profesor de literatura con un trabajo estable y una sólida relación con su novia (Suzanne Clément). Sin embargo, un día decide contarles a sus amigos y seres más queridos sus planes para cambiarse de sexo. (FILMAFFINITY)
27 de junio de 2013
24 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
La transexualidad no es algo fácil de tratar narrativamente, pues el espectador, o el lector si se trata de un libro, querrá que “se lo expliquen”. La afirmación, por parte de alguien (aquí, el protagonista), de haber nacido en un cuerpo con el sexo equivocado contiene un presupuesto muy contundente: se puede nacer en el cuerpo adecuado o no. Pero ¿adecuado –o no– a qué? Esto es lo que sería importante: ¿la identidad sexual, es como aquello que los antiguos llamaban "el alma"? En el fondo, la idea es extremadamente convencional, hasta reaccionaria, a pesar de pretender lo contrario, pues se quiere afirmar que se es lo que se es, y lo contrario es una disfunción –nacer en un cuerpo “equivocado”. No es que la transexualidad sea algo convencional, sino la película, que no entra en materia ni medio minuto y se queda en nada.

El hombre que se siente mujer por dentro es un profesor. Un día se presenta a clase vestido de mujer por primera vez. Espeso silencio, expectación. Hasta que una alumna levanta la mano para hacer una pregunta: no he entendido qué teníamos que hacer con los ejercicios del otro día. Ella sí que ha entendido lo que pasa: el profesor se ha vestido de mujer, nada más, de manera que vayamos a lo que interesa, los contenidos de la clase. Pero el director (que es también el guionista, y el montador) no se da por enterado, y sigue no con la clase, sino con el profesor vestido de mujer. Es una cuestión de vestido: toda la película va de eso, de vestirse de una forma a partir de ahora. No parece que haya más que eso.

La compañera de ese hombre, lógicamente, lo intenta entender, incluso durante un tiempo le apoya. Pero lo deja, pues ‘argumentalmente’ no hay nada que entender.

Los actores han comprendido bien sus papeles. Melvil Poupaud pudo haber tenido un papel difícil, el de transexual. Pero como su personaje no tienen ningún contenido, no hace nada: se pone ante la cámara, con toda la naturalidad y ausencia de contenido. Eso sí, cuando conviene, se viste de mujer y hace un mínimo amago de gestos femeninos. Suzanne Clément hace el papel del espectador (o al menos permite que éste se identifique con ella): no entiende nada a lo largo de toda la película, pues no hay nada que entender, y en algún momento se pone a gritar, para ver si le cuentan algo. Sin éxito.

Vale decir que una película no tiene que explicar el por qué de las cosas, pero sí si toma un formato naturalista, de contar una historia en la que a alguien le ocurre algo. La puesta en escena es agradable. Como en las dos anteriores películas de Xavier Dolan: imágenes bonitas, cuadros bien compuestos. Pero en ellas había algo más: la homosexualidad tenía un peso argumental, aunque para defender su “normalidad” –cosa hoy nada revolucionaria ni sorprendente. En esta última película no hay ni eso. No trata de la transexualidad, sino de un travestismo plano, sin mayores problemas ni trasfondos. Travestismo.

Y a Xavier Dolan cada día se le ve más el plumero. De chico listo.
Amin Adabaman
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