Esta peli es un claro ejemplo de cómo un director impone su marchamo al producto: es Burton al cien por cien; saltándose todos los convencionalismos a la hora de desarrollar un guión, por otro lado plagado de lagunas y errores (aunque no importe), el genio de Burbank da rienda suelta a sus fantasías visuales (por todas partes vemos el legado iconográfico del autor de Pesadilla Antes de Navidad o Eduardo Manostijeras), creando una Gotham tan oscura como freak, y poblándola de esos personajes tan típicos de su imaginación.
Practicamente se le despoja del protagonismo al hombre murciélago, dando prelación a otros roles que a Tim le llaman bastante más la atención, todos a la búsqueda de su identidad personal, escapando de un destino que no era el adecuado: así, por un lado tenemos al villano sin parangón, el hombre-pingüino, Oswald Cobblepot, con su corte circense asesina, y, por otra parte, aparece Catwoman, oscilando entre el bien y el mal, que acaba con su antigua personalidad como gris secretaria de Max Schrek, el malvado empresario de la ciudad. Burton se centra en estos personajes, le interesa mostrarnos sus dudas existenciales, su lucha interna y sus contradicciones, dando réplica al ser contradictorio por excelencia , ese Batman paradigmático de la doble personalidad.
Danny Elfman vuelve a dar con el tono musical preciso para completar la otra del director, ayudando a dar al conjunto esa apariencia de cuento macabro.
Lo mejor: la iconografía de la ambientación y los personajes "burtonianos", junto con alguna escena como el secuestro de los primogénitos a manos de los payasos. Ah, y las actuaciones soberbias de Michelle Pfeiffer (muchísimo mejor que la posterior saltarina Halle Berry) y Danny de Vito.
Lo peor: la endeblez del guión, el escaso interés general de la historia y la obligada aparición de un Batman al que apenas se le puede atribuir ninguna escena interesante (salvo, quizás, las que comparte con Catwoman).