SOPA DE GANSO es de esas películas que están por encima de nosotros, por encima de críticas y francotiradores. Por encima de adláteres y de malignos. Que, como una luz en la ventana para guiar a un hijo pródigo, es SOPA DE GANSO, desde 1933, faro y norte, brújula y astrolabio. Y así, de igual modo que la señora Teasdale señaló como condición ineludible antes de dar el dinero que salvaría a Freedonia que un hombre como Rufus T. Firefly se pusiese a los mandos de la nación, ahora, noventa años después, casi sería preferible que Chicolini, o Pinky, con sus cacahuetes o las bocinas, tomaran las riendas del mundo, antes de que nos falte, incluso, el tiempo necesario para cavar trincheras o para comprarlas prefabricadas.
Hasta un niño de cuatro años comprendería todo esto.