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Voto de Jorge Grisales:
9
Aventuras. Drama Karamakate fue en su día un poderoso chamán del Amazonas; es el último superviviente de su pueblo y vive en lo más profundo de la selva. Lleva años en total soledad, que lo han convertido en "chullachaqui", una cáscara vacía de hombre, privado de emociones y recuerdos. Pero su solitaria vida da un vuelco el día en que a su remota guarida llega Evan, un etnobotánico norteamericano en busca de la yakruna, una poderosa planta oculta, capaz ... [+]
14 de marzo de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un joven indígena (Karamakate) que cree ser el último sobreviviente de una tribu amazónica, se enfrentará dos veces en su vida (primero joven y luego siendo mayor) al dilema de ayudar o no, a un hombre que pertenece a la “tribu” responsable del exterminio de su propia comunidad. El joven Karamakate, apasionado y beligerante, decide no solo, no ayudarle, sino que además intenta destruir las plantas (la Yakruna) que el hombre “blanco” (Theo) buscaba, como medicina para salvar su vida. El mismo Karamakate, años después, viejo y deprimido, decide ayudar a otro hombre (Evan) de la misma “tribu” del anterior, que quiere también conocer la planta maravillosa. El acto de “dar” es, visto de este modo, como el símbolo y metáfora básica. En el medio de ese dilema se encuentran expuestos varios de los dilemas humanos contemporáneos: la conservación de especies vivas del planeta, incluidas las comunidades indígenas; la acumulación como forma de vida autodestructiva; la extrema racionalización; la colonización espiritual, y la pérdida de imaginarios mágicos y místicos, entre otros.
Las dos historias, que ocurren separadas en el tiempo, primero al Karamakate joven, y luego, al mayor, nos son narradas simultáneamente o en paralelo, Lo cual nos permite contrastarlas. El joven Karamakate, de altiva presencia física, y de una noble y heroica belleza, ofendido e indignado, impedirá que el hombre “blanco” enfermo, consiga su medicina. El Karamakate viejo, en cambio, que vive deprimido y triste considerándose un Chulllachaqui, (un cascaron vacío) es ahora, el enfermo, el necesitado, y la nueva visita del hombre “blanco”, es la oportunidad de redimir su pecado y su dolor. Solamente “dando” Karamakate perderá su condición de Chulllachaqui. El viejo indígena, decide enseñar y compartir su planta, símbolo de la mediación o puerta entre los mundos conocidos y los desconocidos, entre lo profano y lo sagrado, entre lo científico y lo mágico, entre lo vivido y lo soñado.
El abrazo de la serpiente es una bella y rica metáfora, que nos recuerda, que la llamada civilización occidental, nos ha otorgado conocimientos, pero nos ha quitado sabiduría; que para resolver sus conflictos, el mundo “desarrollado” tiene mucho que aprender de las llamadas comunidades primitivas. Que la imaginación y la comprensión mágica y mitológica del mundo es la otra herramienta que los humanos poseemos para enfrentarnos a este cosmos que llamamos vida, y que la ciencia y la razón, solas no pueden darnos cuenta clara y definitiva de este misterio.
Como colombianos celebramos esta película que, más allá de los nacionalismos, es la voz de los más débiles materialmente: las comunidades indígenas, a las que debemos mirar con respeto y admiración, a la hora de comparar los patrimonios espirituales. El arte, más cerca del mito que del logos, al igual que las plantas alucinógenas, es la manera de “comprender”, de vivir y disfrutar el mundo, con la razón y más allá de ella. El arte es nuestra sabiduría mas primitiva.
JORGE ARTURO GRISALES SALAZAR
Jorge Grisales
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