Uno si mira el reparto, el cartel, la sinopsis y el número de votos se dirá: ya está, esto podría formar perfectamente parte del espantoso catálogo de treinta o cuarenta películas de ínfima calidad y presupuesto que cierta cadena generalista se dedica a pasar en bucle en el late (la única con un plantel medio decente cae una vez al mes y o bien ya la has visto o al día siguiente tienes que madrugar) pero ves que algo no encaja y es que de media tiene un aprobado y las críticas son demasiado buenas para el tipo de producto que es. Las vas leyendo y no te decides, buscas algún apunte que vaya más más allá de lo genérico y que sea el que determine si esta película es la que debes ver o no.

Observas que la gente tiene una opinión general buena, pero la experiencia te hace ser precavido y si al final te decides a emprender el visionado lo haces con recelo.

El sarcástico humor del que hace gala el protagonista nada más comenzar, a modo de presentación hecha en voz de off recuerda al estilo de Guy Ritchie. Por momentos parece que cae presa de su propio exceso de humor y parodia, pero la trama toma un punto de inflexión, con secuencias de pelea cuerpo a cuerpo tomadas desde el mismo ángulo, sin cortes de plano ni mover la cámara como un psicótico, cosa que no es tan fácil de encontrar ni en las producciones de mayor presupuesto en lo que te continúa sacando la sonrisa. La trama recuerda a la de 'John Wick' pero es mejor, sencilla, clara y directa, no le hace falta ser un disparate de alianzas como a la saga de Keanu.

Y Scott Adkins, nombre que tenía asociado a ese cine de acción reciente, soso, aburrido, barato, de dirección televisiva por el que tanta predilección siente Atresmedia, que ahora presiden nombres como el de Steven Seagal, Vinnie Jones, Dolph Lundgren o Danny Trejo, y que siempre hay alguien que pone de cinco para arriba y dice que no está tan mal o le ha gustado, en esta ocasión demuestra un nivel de primera división.