Pues de aquí podría salir algo decente porque la idea está bien (un mochilero autoestopista perturbado y el clásico camionero psicópata algo entrado en años; al darse ambos cuenta de que comparten campo de juego, se produce un claro choque de estilos así como una sana rivalidad y mutua admiración por el modus operandi que tiene cada uno, pero que solo podía acabar de una única manera, en la ineludible tentación de averiguar quién es el mejor: la amistad y la cooperación no es lo que mejor se les da a estos profesionales de la exterminación, ni se encuentra en su naturaleza y por otro lado ya están demasiado conformados).

Pero acaba pareciendo un cortometraje tonto, hecho deprisa y corriendo, un cuentecito de terror escrito en media tarde que como mucho te saca una sonrisa por su simpatía, pero nada que se acerque a una peli que genere verdadera tensión. No hay una historia desarrollada (el relato posee un carácter esquemático, tontorrón y liviano), ni la atmósfera tampoco es lo suficientemente malsana (probablemente por lo mismo, ya que la reducida duración la condena a ser narrativamente limitada, parca en detalles y superficial en el trazo de los personajes). Por otro lado para los amantes del gore tampoco hallarán un plato de degustación que merezca la pena porque la mayoría de los asesinatos se producen fuera de cámara.