Pues eso, que ni cheques ni transferencias ni hostias. Corta y bastante dinámica, me gusta tanto la sequedad de Lee Marvin como las panorámicas del entorno urbano, con esas carreteras, puentes, edificios y lugares solitarios. Me sucede lo mismo con la dirección de algunas escenas, por ejemplo la del francotirador, como a plena luz del día se carga como si nada a dos tipos desde una autopista transitada: notas hasta la brisa que le da en el rostro al tirador, son detalles que el cine que se hace hoy en día no puede transmitir al espectador con la misma calmada intensidad de antaño. Del reparto femenino comentaría que el peinado que lleva la atractiva Angie Dickinson me ha recordado al de la actriz Ellen Barkin.

Lo que me falla de esta película es la credibilidad, el protagonista se infiltra donde le da la gana sin el menor indicio de dificultad y su éxito pasa por detalles de naturaleza absolutamente fortuita, auténticos milagros a los cuáles pienso que no puedes confiar tu misión y mucho menos tu vida (como cuando distraen al guardia que vigila al garaje para que mire, a modo de anécdota, la de policía que había en la calle, en lo que Marvin aprovecha para colarse en el hotel (este confiaba que como había causado un tumulto en el edificio de enfrente, la comentada circunstancia se daría necesariamente), o una mucho más clamorosa aún cuando sube por el ascensor hasta el ático y el ascensor se para en el vestíbulo porque uno de los hombres del malo lo había llamado, pero la puerta se abre, y que casualidad que alguien también distrae a los que estaban en el vestíbulo y en lo que las puertas se abren con Marvin, durante esos instantes todos están mirando en dirección contraria. Por otro lado, hay un tipo que está poniendo constantemente en jaque a una organización criminal muy importante y nadie emprende ninguna medida de peso para frenar la amenaza, compuesta por un solo hombre, no sé, si para esos casos no se cuenta con un equipo propio de asesinos y mercenarios pues se los contrata, pero aquí no vemos nada de eso. Quizás así es como eran las cosas en esos años, pero hoy en día parece impensable. De hecho hasta antes molaba más porque cualquiera con dos cojones y hecho a sí mismo podría ser invencible y joder a todos los malos sin ayuda de nadie.