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Voto de El Extranjero :
7
6,1
2.410
Drama
Fiona Maye (Emma Thompson) es una prestigiosa jueza del Tribunal Superior de Londres especializada en derechos familiares que atraviesa por una grave crisis matrimonial. Cuando llega a sus manos el caso de Adan (Fionn Whitehead), un adolescente con leucemia que se niega a hacerse una transfusión de sangre al ser Testigo de Jehová, Fiona descubrirá sentimientos ocultos que desconocía, y luchará para que Adan entre en razón y sobreviva. (FILMAFFINITY) [+]
22 de septiembre de 2022
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Adam Henry es un joven a punto de alcanzar la mayoría de edad al que sus padres le inculcaron durante toda la vida sus fanáticas convicciones religiosas. Como no podía ser de otro modo las 'hereda' (no ha conocido otras alternativas o puntos de vista) y se niega a que le hagan una transfusión sanguínea crucial para su supervivencia ya que la religión a cuyos preceptos obedece lo considera una práctica pagana. El hospital lleva el asunto a los tribunales para poder hacer su trabajo y salvar al chico.
El caso es llevado por la jueza Fiona Maye (Emma Thompson), que antepone el esmerado desempeño de su oficio a los placeres de su vida conyugal. El marido (Stanley Tucci), harto de esa situación informa de que quiere rehacer su vida con otra mujer. A Fiona la noticia la llega como un jarro de agua fría, no se lo esperaba y a pesar de que sigue realizando su labor con la acostumbrada efectividad, la nueva situación la genera ansiedad.
Una vez habiendo atendido los argumentos de ambas partes, antes de tomar una decisión (debido al apremio que exige la naturaleza del caso el juicio se celebra y resuelve en apenas un día) Fiona decide ir al hospital a escuchar de la boca del menor las razones por las que se niega a aceptar el tratamiento. Nada más ver como la recibe detecto en el chico una evidente arrogancia infantil, carente de un fundamento real, madurado, de fé verdadera en la causa. Ante la educación que ha recibido no tiene otra alternativa que la de aceptar este rol de mártir moribundo mediático y de tratar de llamar la atención de todo el que pueda, escupiendo con su tontorrón y ridículo engreimiento. No le enseñaron otra cosa, otra causa en la que creer o por la que vivir, toca defender con uñas y dientes la única postura descubierta. Pero Emma no tarda en enderezarlo y de hacerle replantear. Basta con apenas unos minutos de su sobria presencia, la capacidad de mostrarse tierna y cercana, pero sin perder la compostura ni esa elegancia y flema británicas, pero resultando agradable, maternal, sosegada, culta, seria, firme y sensible a la vez. Él al fin y al cabo es solo un joven que aún no está desarrollado, es moldeable porque aún hay algo que le puede ilusionar, impresionar o motivar. Obviamente se niega a que la jueza interfiera en su decisión de morir, pero al final su tono ya no es tan bravo ni incendiario, más bien parece un niño que niega con timidez la autoría de una futil fechoría. Emma lo sabe y le pregunta:
-¿Y qué pasa si yo ordeno al hospital a que te haga la transfusión?
-Pues que sería una entrometida.
-¿Una entrometida?
Y rompe a reír con una sincera carcajada. Ya lo tiene todo claro (está delante de un estúpido crío) y se dispone a irse. Pero a nuestro joven Adam aquella señora le ha caído muy bien y ruega que se quede más tiempo, pero ella, diligente y profesional ha conseguido lo que ha querido y se va.
El caso es llevado por la jueza Fiona Maye (Emma Thompson), que antepone el esmerado desempeño de su oficio a los placeres de su vida conyugal. El marido (Stanley Tucci), harto de esa situación informa de que quiere rehacer su vida con otra mujer. A Fiona la noticia la llega como un jarro de agua fría, no se lo esperaba y a pesar de que sigue realizando su labor con la acostumbrada efectividad, la nueva situación la genera ansiedad.
Una vez habiendo atendido los argumentos de ambas partes, antes de tomar una decisión (debido al apremio que exige la naturaleza del caso el juicio se celebra y resuelve en apenas un día) Fiona decide ir al hospital a escuchar de la boca del menor las razones por las que se niega a aceptar el tratamiento. Nada más ver como la recibe detecto en el chico una evidente arrogancia infantil, carente de un fundamento real, madurado, de fé verdadera en la causa. Ante la educación que ha recibido no tiene otra alternativa que la de aceptar este rol de mártir moribundo mediático y de tratar de llamar la atención de todo el que pueda, escupiendo con su tontorrón y ridículo engreimiento. No le enseñaron otra cosa, otra causa en la que creer o por la que vivir, toca defender con uñas y dientes la única postura descubierta. Pero Emma no tarda en enderezarlo y de hacerle replantear. Basta con apenas unos minutos de su sobria presencia, la capacidad de mostrarse tierna y cercana, pero sin perder la compostura ni esa elegancia y flema británicas, pero resultando agradable, maternal, sosegada, culta, seria, firme y sensible a la vez. Él al fin y al cabo es solo un joven que aún no está desarrollado, es moldeable porque aún hay algo que le puede ilusionar, impresionar o motivar. Obviamente se niega a que la jueza interfiera en su decisión de morir, pero al final su tono ya no es tan bravo ni incendiario, más bien parece un niño que niega con timidez la autoría de una futil fechoría. Emma lo sabe y le pregunta:
-¿Y qué pasa si yo ordeno al hospital a que te haga la transfusión?
-Pues que sería una entrometida.
-¿Una entrometida?
Y rompe a reír con una sincera carcajada. Ya lo tiene todo claro (está delante de un estúpido crío) y se dispone a irse. Pero a nuestro joven Adam aquella señora le ha caído muy bien y ruega que se quede más tiempo, pero ella, diligente y profesional ha conseguido lo que ha querido y se va.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
En el veredicto, otorga al hospital plenos poderes para actuar según crea conveniente para curar al chico, le salvan. Este, agradecido, se pone a dejarle mensajes en el contestador a la atareada jueza, que prosigue con su vida habitual, eventos de jueces, casos... Esta los escucha por encima, a modo de curiosidad, pero no responde, comenta con un colega de trabajo que la manda notas de voz, a lo que medio en broma le contesta que debería de responderle por lo menos. Ella descarta la idea. El chico la aborda un día por la calle y la ofrece poemas y reclama su amistad así como planes demasiado atrevidos como de dar la vuelta al mundo en el barco ellos dos. Lo insistente y agobiante de su tono hacen sentirse incómodo al espectador. Ella lo corta en banda, no obstante se guarda sus poemas y escritos, los cuales lee de camino en tren a una convención en Newcastle. (Entretanto, su marido ha vuelto a casa y aunque al principio ella no le hace caso, se da a entender que la convivencia fuerza una mínima toma de contacto.) En Newcastle, el asistente de la jueza dice que hay alguien que la quiere ver y es el chico nuevamente, que cuenta que la relación con sus padres está rota, que su fé de antaño ha desaparecido, mejor dicho al principio dice que algo le queda pero su afirmación se siente débil. Tras hacerse de rogar y varias inquisitivas de la jueza (en mi opinión bastante rato le ha aguantado escuchando sus divagaciones y ensoñaciones absurdas y ridículas; a mi como espectador me resulta insoportable oír sus delirios y reclamos de atención) dice que le gustaría poder irse a vivir con ella y con su marido y hacer las tareas de la casa. Ella sale de la habitación, le susurra algo a su asistente y al volver le dice que en cinco minutos llegará un taxi que le llevará a la estación de tren. El chico se marcha, en la despedida le roba un pico a la jueza y esta inexplicablemente mantiene sus labios durante un segundo. El asistente lo ve. Lo siguiente que se sabe del chico es que su leucemia reincidió y él ya mayor de edad y con plenos poderes jurídicos ha rechazado la transfusión y muere. Lo hace saber a la jueza. Ésta, rota de dolor, trata de sincerarse con su marido (un natural y delicado a más no poder Stanley Tucci, que tiene una presencia mínima en la pantalla pero su personaje rebosa autenticidad), pero la ambigüedad, contradicción así como la naturaleza volátil de los sentimientos que puedan aflorar en un momento puntual y determinado resultan muy difíciles de explicar. En el fondo le gustaba la inocencia del chico pero no lo hacía notar, lo despachó, así es muchas veces la vida, algo te puede atraer gustar pero uno no puede poner en jaque todo su itinerario cotidiano. La película imprime ese tono (el de la constante ambigüedad) a la narración y mi interpretación de los hechos es que la jueza enseñó a Adam un mundo más allá de su religión (su interesante personalidad) y luego le ha privado de él, (de su compañía) con el consiguiente y doloroso desengaño. Si a una persona cuya visión de la vida/experiencia es limitada (sumémosle inmadurez y carencias emocionales) le descubres algo nuevo y maravilloso y no le permites disfrutarlo, se va a romper. Por eso, la ignorancia es la base de la felicidad, conocer implica dolor y hay veces que es mejor dejar al prójimo flotar en la mediocridad, pobreza, marginalidad, soledad, infelicidad o inconsciencia si no le puedes prometer un cambio a mejor real y duradero, no una ilusión de un placer inalcanzable. La gente necesita creer en algo, en lo que sea, (aunque sea negar el acto en sí) para afrontar la vida y un credo solo se puede echar por tierra con otro más poderoso.