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Voto de El Extranjero :
3
Comedia. Drama Marta, Desi, Soraya y Bea, amigas inseparables en la adolescencia, vuelven a encontrarse en el barrio para revivir una auténtica y tragicómica amistad. Una realidad que las obligará a enfrentarse a aquellas adolescentes que fueron y a las mujeres que quieren ser. Casi sin darse cuenta, se ayudarán a tomar decisiones importantes en sus vidas. El paso del tiempo y lo distintas que son no será excusa para que su amistad prevalezca sobre todo lo demás. [+]
12 de enero de 2022
19 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
La gente de barrio carece de egos y de miserias, son todos una piña, en ninguno de ellos reside algo parecido a la maldad u otro sentimiento oscuro. En las relaciones que mantienen aún no se ha inventado un despecho, recelo o dislate que no pueda ser subsanado/corregido en un santiamén. Todos presentan una filosofía vitalista ante la vida así como una actitud mental positiva. Su eterna humildad solo puede ser equiparada en magnitud a su honradez y entrega desinteresada. No existe nada parecido al mal, a la incompresión o al choque de visiones, es la microsociedad perfecta, algo muy parecido al socialismo utópico, ese barrio es el oasis de paz definitivo en medio del mundo exterior que se advierte excluyente. Son las virtudes de la sencillez, o mejor dicho son los soportes imaginarios que plantea la directora para perpetrar su cuento buenista. La interacción entre las 'chavalas' se cimenta sobre un pasado que no vemos pero que siempre está a la orden del día y de los ratos que pasan en la actualidad, los cuáles transcurren integramente en reírse de tonterías en un escenario que casi siempre son pequeñas juergas de bar día sí y día también. No faltan los golpes bajos de la manipulación sentimentaloide rastrera en forma de reacciones lamentables e incomprensibles, siendo estos el summum de lo que entenderá la directora por plasmar en una pantalla los entresijos de las relaciones humanas. Cuando en una película un personaje miente descaradamente para tratar de no aparentar inferioridad respecto a otro, habitualmente de mayor popularidad o estatus social, eso es que os van a saltar con pornografía emocional a los dos tercios de película, avisados quedáis.

Se trata de una obra con notorias limitaciones y (quiero pensar) que no pretende ser más que el esbozo de su premisa central, la de joven que no triunfa y vuelve al barrio en el que creció y en el que tiene amigas, pero escena tras otra percibo inverosimilitud. ¿Que una chica como Carolina Yuste prefiera estar bebiendo sangría en un parque porque pagar cuatro euros en un bar de copas por una cerveza le parece caro? Venga ya, si esta película fuera de los 90/00 me lo puedo creer pero a día de hoy tendría a veinte maromos (la mayoría extranjeros) que estarían haciendo cola para invitarla todas la noches que quisiera a barra libre en cualquier lugar. Pero esto es una película feminista y aparte, como que tampoco hay necesidad de incluir a la invasiva inmigración que está asentada en los barrios obreros, pues estropearía el cuadro tan bonito que les ha quedado.

Por otro lado en el mal cine social patrio hay dos clases de pobres, por un lado están las cintas en las que la premisa central es la pobreza y entonces esta tiene que ser extrema y con complicaciones a cada paso, las cuáles vienen a sucederse con un efecto dominó: no hay salida y nada ni nadie podrá evitar el hundimiento definitivo, está destinado a ocurrir desde la primera línea del guión. El otro tipo es en el que se presupone que la gente llega justa a fin de mes porque viven en el extrarradio pero como ese no es el argumento principal, pues los recursos como que están ahí pero en teoría no: siempre se producen fiestas, caprichos tontos, etc. Esta cinta podría pertenecer al segundo grupo porque da la impresión de que las cuatro lo tienen todo pagado y gratis y si bien trabajan, no se las ve doblar mucho el lomo ni dentro de su supuesto horario laboral (¿una camarera que se pone a tomar botellines sentada en la terraza entre las comandas?)

Por otro lado está la idea del fracaso, pintado como injusto. Pero para reclamar un hueco primero hay que poseer talento y si tu arte no es bueno no se puede exigir nada. Aquí la protagonista se resigna y se pone triste, ahí se le induce al espectador a empatizar con ella porque ha fracasado y nadie se merece eso, porque no queremos tristeza en la vida, ¿a que no? Y por tanto hay que rechazarla y tratar de suprimirla con todas nuestras fuerzas, aunque el personaje en cuestión no haya hecho méritos para alcanzar la tan ansiada gloria. El recurso más normal es intentar agarrarse a algo para no sentir el revés: ¿y qué mejor que consolarse pasando el tiempo en compañía de alguien para olvidarse de la frustración de un proyecto personal fallido? Funciona más o menos de la misma manera que un salvavidas, en realidad en eso se basa gran parte de lo que todos entendemos por amistad.

Ahora pasemos con lo bueno. Los actores. Las cuatro bien, en especial Yuste, que insufla su innato carisma que podría parar un tren a un personaje sin matices. Excelente Cristina Plazas que con sus tablas interpretativas hace brillar un rol anodino. El padre no habla tanto, pero es un crack con su porno a escondidas en la tele del salón, su debilidad por recoger enseres que considera de utilidad entre entregas en zonas residenciales de gente acomodada y por el amor que les profesa los quelonios. Pero el que más me ha sorprendido es José Mota (que es conocido por, como he leído por ahí, su personaje que exprime gags media hora después de que estos hayan llegado a su clímax) aquí está contenido, sereno y lúcido.
El Extranjero
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