Lo raro es que no se fueran todas con él, en tromba, si es Tom Cruise quien te lo pide con esa sonrisa encantadora. La única lista fue la buena de Dorothy (Renée Zellweger), que se lía la manta a la cabeza y le hace caso al corazón. Una locura como otra cualquiera.

Y eso que a Tom Cruise le veo algo sobreactuado en algunos momentos, aunque físicamente impresionante, vestido para gustar, ya sea borracho, ya sea despeinado, ya sea con gafas de sol, con vaqueros o con chaqueta. Su personaje, sin embargo, por algún extraño motivo no acaba de enamorarnos. Quizás es que nos cuesta meternos dentro de su cabeza y nos falta la información clave: el por qué de su angustia y de su coraza ante los demás.

La trama de fondo sobre capitalismo deportivo y deshumanización en el mundo laboral es interesante, pero no se explota lo suficiente. Es posible que su condición de comedia la obligue a quitarle densidad a una historia que podría haber tocado más hondo; por ejemplo, adentrándose en la manipulación del deportista, su indefensión o los métodos para conseguir ciertos fines dentro del negocio.

Con todo, lo cierto es que a mi me entretiene por la simpatía que desprende, cierta frescura y algunos personajes entrañables como el pequeño Ray (y toda su relación con Jerry) o divertidísimos, como los de la familia Tidwell; Cuba Gooding Jr. no merecía el Oscar, pero lo cierto es que consigue hacerte reír. A destacar también el «Secret Garden» de Bruce Springsteen, que mejora la calidad de las escenas en las que aparece.

En definitiva, únicamente pasable.