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España España · Málaga
Voto de Kaori:
5
Drama El profesor Borg, un eminente médico, debe ir a la ciudad de Lund para recibir un homenaje de su universidad. Sobrecogido, tras un sueño en el que contempla su propio cadáver, decide emprender el viaje en coche con su nuera, que acaba de abandonar su casa, tras una discusión con su marido, que se niega a tener hijos. Durante el viaje se detiene en la casa donde pasaba las vacaciones cuando era niño, un lugar donde crecen las fresas ... [+]
28 de noviembre de 2015
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Admito que me he enfrentado a «Fresas salvajes» con muy pocas esperanzas, porque a estas alturas Bergman y yo ya nos conocemos un poco. Sin embargo, mi ilusión aumentó un tanto al descubrir que es de 1957, época clásica del cine que sin duda ayuda a que Bergman se muestre menos vanguardista y mucho más centrado.

Así, «Fresas salvajes» es un drama de correcta realización, de interesante planteamiento y de una lógica interna que no es incompatible con lo onírico y lo que llaman poético, eso que tanto gusta a los espectadores sesudos y elevados que se pirran por ese cine de minorías masificadas. La nostalgia, la juventud perdida, los amores inolvidables, el fracaso, el éxito, la muerte, la culpa o Dios son temas que salpican el viaje por carretera que el profesor Borg se auto impone tras lo que entiende que es un sueño premonitorio sobre su propia muerte. Junto a su bella y elegantísima nuera Marianne (con una Ingrid Thulin encantadora) y un grupo de jóvenes camino de Italia, el profesor irá recomponiendo su vida a través de sueños y recuerdos hasta quizá desprenderse de ese frío aislamiento del intelectual encerrado en mil principios e ideas que en la práctica resultan egoístas y distantes para las personas que le rodean, que lo único que buscan es la realidad de las emociones sin análisis ni juicios. Esto puede ser discutible, pero es una idea consistente que estructura la película.

El problema viene cuando empezamos a comprender nosotros que el debate es inexistente y que de nuevo la historia se queda en la superficie de las inquietudes personales y los esbozos metafísicos. Me acuerdo entonces del mejor Woody Allen, en «Delitos y faltas» por ejemplo, que tiene una deuda de honor con Bergman pero que, perdonadme todos, supera al maestro en precisión reflexiva, filosófica, espiritual y ética.

Con todo, no está mal.
Kaori
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