Precioso piropo dedicado a una preciosa mujer, de nombre Jennifer Connelly. Demasiado hermosa, demasiado. Ahora bien, vaya decepción con «Rocketeer».

Ni interesa la trama, ni importa el invento, ni cae simpático el protagonista, ni gusta, en general, la historia. Planteada malísimamente, la sosera de los primeros minutos te inunda de indiferencia y lo peor no es eso: lo peor es descubrir a un atractivísimo Timothy Dalton haciendo de super villano y darse cuenda de cómo se les ha escurrido de las manos lo que podría haber sido un argumento de mucho más encanto. A saber: una historia de espionaje y contraespionaje en plan informal protagonizada por la pareja Jenny-Sinclair, mucho más compensada y con mucho más gancho. Con lo cual, cada escena y trama que comparten sirve más que nada para fantasear de lo lindo de lo que podría haber sido y nunca será.

Nuestro supuesto héroe es un piloto sin muchos duros ennoviado con una aspirante actriz con los ojos y las curvas de una Jennifer Connelly veinteañera. Escandaloso. Bueno, pues este joven, que anda un poco despistado por la vida, se encuentra con el invento del siglo, o eso dicen, que él, sin saber dónde se mete, quiere utilizar para conseguir dinero fácil. Parece curioso, ¿no? Pues no. Porque la trama se alarga sin ninguna justificación, y entre volando voy, volando vengo, el tal Rocketeer se te atraganta, a la espera de que la película coja ritmo e intriga, y algo de emoción. Al final, es verdad, mejora un tanto, pero como ya todo está estropeado desde el principio, la película no te deja un buen recuerdo.

Bueno, alguno sí hay: Timothy Dalton bailando seductora y sensualmente con una Connelly toda de blanco y seda. Que bonito.