Los niños de hoy en día jamás habrán visto, y posiblemente no lleguen a ver nunca, los dibujos de Beatrix Potter. Creo que con esto está ya todo dicho sobre la decadencia del ser humano.

Preciosas creaciones, preciosos animales, preciosos dibujos llenos de una ternura que Renée Zellweger consigue transmitir a través de una gran interpretación de una Miss Potter llena de ideas, con ese espíritu artístico que la hace parecer loca; genial, hermosa locura que crea al Conejo Perico y su chaqueta azul con botones dorados. Pinturas que nos levantan el ánimo, que nos devuelven la sonrisa, que nos hace ver el lado más optimista, agradable y bello de la vida, aunque Miss Potter sufriera lo suyo. La acompaña el siempre encantador Ewan McGregor con bigote decimonónico. Entrañables.

Película biográfica que por razones de índole romántico encuentro más interesante al principio que al final. Tremendo todo ese mensaje de falso «feminismo», representado en una estupenda Emily Watson, quien mucho hablar de la felicidad de la soltería para reconocer más tarde que es un absurdo. Porque cuando el amor llega, cuando el amor sincero y no el que es conveniencia; ese amor, digo, no hay quien lo detenga, ni debe detenerse. ¿Película cursi? No. Película suave, película llena de luz, con un siglo diecinueve limpio, elegante y muy inglés. Divertidísimas algunas escenas que recalcan la moral de la época y que, lejos de verse con recelo, se toma con bastante simpatía.

Aunque sólo fuese por ver esos preciosos animalitos de Potter, ya valdría la pena descubrir esta película. Y si luego lees alguno de sus cuentos, mejor.