¿Quién es la más hermosa de este reino? Julia Roberts, no, eso está claro. Y tampoco Lilly Collins, que a parte de su físico inocentón y dulzón, es una actriz que, o mejora, o nos cortamos todos las venas ante sus ya estrenados proyectos.

¿Qué tiene que ver esta historia con Blancanieves? Nada. Sólo el nombre. Lo demás es postizo y repetitivo hasta el cansancio, sin aportar ninguna otra idea que no sea la inversión de roles, la destrucción del mito del Príncipe Azul y el prototipo de heroína que aprende esgrima y saltos mortales tras un entrenamiento de... ¿un día? Pero, ¿por qué leches tiene que saber pelear? ¿Por qué?

¿Dirías que esta película es lamentable? Se acerca bastante a ese concepto. Enanitos con zancos y antipáticos, número musical final que da lástima, trama y secuencias desvariadas, que no encajan unas con otras; filosofía barata de «tú quieres, tú puedes» y una dirección artística virtual.

¿Se puede rescatar algo, por poco que sea? Pues sí. Los diez minutos de Sean Bean y algunas bromas que te hacen gracia; de ahí mi generosidad en la puntuación. Yo me reí de lo lindo con eso de «un saltamontes se aprovechó de mi», y la mismísima Reina malvada tiene sus puntos. El Príncipe, interpretado por un realmente atractivo Armie Hammer, también nos hará sonreír.

Espejito, espejito, ¿desterramos a Tarsem Singh de este reino? Desde luego, desde luego.