Hay películas que son mero adorno de los actores, y me parece a mi que «Sabrina» es una de ellas. También es una historia de amor, pero una historia un poco desaprovechada.

Billy Wilder quiso convertir a Audrey Hepburn en un referente, y lo consiguió por vete tú a saber qué motivos. No es que sólo sea la protagonista, es que además se la mima, se la viste de Givenchy, se la peina, se la enfoca con detalle, se la acaricia, se la enaltece, se la alaba, se la ama. Y ella, siempre lánguida y elegante, tan etérea que en cualquier otra circunstancia podría ni existir, se constituye en icono. Personalmente y por lo que he visto de ella, no siento una simpatía especial hacia la Hepburn, pero tampoco abierta antipatía.

Quien sí tiene toda mi admiración es Humphrey Bogart, que ya contaba entonces con 55 años de edad. Físicamente hablando, William Holden (con 36, y también con toda mi admiración) se lo lleva de calle, pero el personaje de Linus Larrabee es mil veces más atractivo, verdaderamente encantador, todo un caballero respetable, divertido cuando quiere, siempre atento y, en el fondo, un buenazo. Bogart, a pesar de todo, no pierde el arte de la seducción.

Lo que me decepciona es que la historia de amor no se centre en lo que debería centrarse. Lo importante no es lo maravillosa y chic que es Sabrina (algo que llega a hartar un poco), ni mucho menos las diferencias sociales entre los enamorados, idea ésta que se empeñan en repetir una y otra vez cuando, en realidad, no supone ningún problema y es algo que considero perfectamente superado.

Sin embargo, sí es polémico y discutible (ayer, hoy, mañana y en cualquier época), la diferencia de edad entre el hombre y la mujer. Y es que parece que veinte o treinta años no son nada. Que la hija se enamore de un caballero que le duplica la edad, no es chocante, no es motivo de crítica, de reprimenda, de sorpresa por lo menos... Qué va. Ni se comenta siquiera el conflicto que puede suponer.

Creo que el romanticismo de esta historia radica precisamente en eso: en que ella es una niña romántica y él un señor maduro. No soy muy partidaria de estas historias, pero con galanes así, se permite cualquier cosa. Además, Wilder empieza bien y retrata un historia de amor que va de más a menos, con un planteamiento y un inicio a fuego lento muy conseguidos, pero que luego se precipita demasiado, ya que todo ocurre en apenas unos días.

Aún así, la película deja un buen sabor de boca y la protagonista Sabrina me cae lo bastante bien como para que el desenlace no me moleste. El trío interpretativo es estupendo, y hasta la comedia hace reír. Bonita, en definitiva.