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Voto de Marty Maher:
4
Drama Adonis Johnson no llegó a conocer a su padre, el campeón del mundo de los pesos pesados Apollo Creed, que falleció antes de que él naciera. Sin embargo, nadie puede negar que lleva el boxeo en la sangre, por lo que pone rumbo a Philadelphia, el lugar en el que se celebró el legendario combate entre su padre y Rocky Balboa. Una vez allí, Adonis busca a Rocky y le pide que sea su entrenador. A pesar de que este insiste en que ya ha dejado ... [+]
1 de febrero de 2016
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creed es, entre otras cosas, el fin de lo que entendíamos por Rocky hasta ahora: la saga de Sylvester Stallone. El relevo generacional se evidencia desde la propia escritura de la cinta, que por primera vez no recae en las manos del actor. Por primera vez podemos ver a Rocky a través de una mirada fría y analítica, que nos presenta al mítico púgil cinematográfico y emblema de la superación de tantos (es muy triste tener como referente de superación a una figura de ficción) desde una distancia de seguridad. Quizá ahí se encuentre el motivo por el que Stallone será finalmente recompensado por la Academia (galardón a todas luces excesivo). Así, se confirma el carácter rupturista de Creed, a pesar de que Rocky (1976) sea un espejo en el que se mira constantemente.

Se podría establecer una analogía narrativa y temática clara entre Creed y la primera entrega de Rocky. Ryan Coogler decide que su obra pivote sobre los mismos temas que lo hacía la dirigida por Stallone, con el añadido de apelar a la nostalgia con irreverencia y recurrentemente. Pero sería injusto decir que Creed se construye como un simple homenaje, pues añade una vertiente narrativa muy interesante: la relación paterno-filial, de entrenador y entrenado, entre Rocky Balboa y Adonis Creed, hijo de Apollo Creed y protagonista de la película. Se juega muy bien con la aparición de una enfermedad crónica, que potencia determinados mensajes sin acaparar más protagonismo del necesario. Por lo demás, Coogler echa mano de la estructura que tanto éxito le reportó a Stallone en 1976.

Aunque los temas y el trasfondo puramente americano se mantienen intactos en Creed, el director de Fruitvale Station le imprime variados toques de modernidad, algunos con más acierto que otros. Prueba de ello es un elevado índice de virtuosismo a la hora de filmar, que alcanza su punto álgido en combate rodado en plano secuencia no del todo gratuito, con más trascendencia narrativa de la que aparenta. Esa es la innovación más acertada respecto a la especial y equilibrada dirección de G. Avildsen en Rocky. Mucho más superflua es la decisión de acompañar la presentación de cada boxeador que aparece en pantalla con una especie de marcador virtual que refleja algunas estadísticas del mismo. Lo más sangrante de todo, sin embargo, es la transformación de la entrañable relación amorosa entre Rocky y Adrian en una subtrama amorosa que responde a todas y cada una de las exigencias del cine mainstream actual. El Adonis de Michael B. Jordan y su arco dramático no son más que una extensión del sufrido por Rocky Balboa cuarenta años atrás (incluso la proposición de su contrincante guarda cierta similitud con la que le hiciera Apollo a Rocky), con el añadido del omnipresente fantasma del pasado que es su padre.

Creed podría haber sido una buena película, y haberse situado así a la altura de su verdadera predecesora. Pero, como ya he mencionado, fracasa en determinados añadidos que no sólo rompen con la esencia de la original, sino que distraen por momentos el principal foco de atención. El resto es casi una revisión moderna del clásico, bastante competente y con una sorprendente dirección de Ryan Coogler. Stallone y Jordan mantienen el tipo en todo momento, especialmente el primero, que recupera su buena imagen mediática interpretando a este coach. Otro acierto a remarcar es la banda sonora y su dosificación, alternando temas hiphoperos con las pistas originales. No es ninguna maravilla (como tampoco me lo parece Rocky), pero tiene todo lo necesario para colmar las expectativas de sus seguidores y agradar al resto, pues quizá nos encontremos ante el final que necesitaba Rocky Balboa.
Marty Maher
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