El verdadero enigma de "Eskalofrío", sin embargo, no es ese, el verdadero enigma del tercer film del miembro de La fura dels Baus, Isidro Ortiz, es el de como saber realizar terror sin rendirse a los elementos más pueriles del género, y es que los males del terror actual, no se hallan ni mucho menos en sus guiones o personajes (que también, pero en menor medida), sino en la falta de fuerza y de garra de unas imágenes que se tornan blandas y sólo saben supeditarse al susto de turno, al inocente chorretón de sangre o a la banalización de los elementos más comunes de este terreno, sin embargo, parece ser que Isidro Ortiz ha logrado un film compacto, que bajo unas premisas argumentales tan sencillas como lejos de típicas marañas actuales (si bien la cinta esconde una sorpresa, no resulta nada que derrumbe por completo el esquema de "Eskalofrío"), sabe como otorgar el pulso necesario a cada una de sus secuencias para ofrecer esas dosis de desasosiego y tensión necesarias como para que el espectador se vea inmerso en lo que está sucediendo, en lo que debería estar viviendo en su propia piel si la cosa funcionase como es debido. Y aquí funciona, vaya que si funciona.

Lo que tiene aun más mérito, en cambio, es que Ortiz destape tan pronto el as que tiene en la manga, y pase de sugerir qué es lo que verdaderamente debe temer el público a mostrarlo impúdicamente, sin perder ni un ápice del valor de su propuesta, es más, ganando enteros a cada paso que da, puesto que logra conectar un par de instantes verdaderamente tensos e incómodos.

También resultan bastante sugestivos esos guiños cinéfilos con que se inicia la película, que dan una buena base a todo aquel espectador que sepa degustar cada detalle y cada momento, y que ayudan a que cualquiera pueda conectar más rápidamente con lo que se nos está ofreciendo.
Junio Valverde, además, encauza una actuación meritoria, que si bien no es lo mejor del film, si que ofrece un empuje enorme para contribuir a que cualquiera pueda meterse en la piel de su personaje en alguna de las múltiples situaciones repletas de incertidumbre que va ofreciendo "Eskalofrío" a lo largo de su metraje.

Así, una vez llegada su conclusión, uno sólo podría esperar una resolución mínimamente digna que dejase el pabellón alto, pero además de ello, se topa con una de esas obras que, terminando, le dejan a uno ese sabor amargo, ese malestar que no te puedes sacudir de encima fácilmente, y es que al enorme trabajo de Ortiz (ya sea en el manejo de los recursos: Guiños, planos subjetivos, detalles, o en la distribución de un guión de lo más simple, pero tan bien racionado que en ningún momento parece querer tomar el pelo a nadie), se le suma el personaje de Erica Hassel que, no satisfecho con haber dejado momentos de puro desazón, culmina con un par de escenas brutales, escenas de esas que logran que te tomes en serio incluso a una niña que no levanta más que unos escasos palmos del suelo. Y eso tiene mérito, mucho mérito.