Tan surrealista como curiosa es la propuesta que nos ofrece el ahora recluido en América, Mikael Hâfström, donde sí, cuyas metas son logradas dentro de ciertos límites, también nos topamos con falencias que no hacen más que evidenciar lo descuidado de determinados aspectos del film, aun y siendo bastante completo en general.

Quizá uno de esos principales defectos, son las contradicciones a las que se somete a los protagonistas en más de una ocasión, no sabiendo si verdaderamente quieren escoger una vía u otra para avanzar, y algo tan simple como eso, se transforma en un grave problema para esta cinta pues, aunque las intenciones y mensaje quedan bien claras desde un primer momento, los inestables cambios no concuerdan en muchas de las situaciones. Pese a ello, los papeles están interpretados con aplomo y seriedad, donde los jóvenes actores dan vida de modo bastante crudo a los, en parte, descuidados conductores del relato.

Pese a dichos fallos, la cinta se desarrolla de modo grato, entre la amenidad y el interesante ritmo del trabajo, haciéndonos partícipes de unos hechos que, como mínimo, sirven para ofrecer una insinuación contra la violencia injustificada. Sin embargo, también otros factores echan al traste algunas de las posibilidades que la historia ofrecía, siendo un final bastante cogido con pinzas y algunas situaciones verdaderamente incomprensibles el lastre de un adecuado trabajo tras las cámaras donde ningún factor sobresale por encima de los demás, pero podemos denotar cierta pericia en el momento de trasladar los acontecimientos a la pantalla que, seguramente, con un mejor guión y una definición más pulida de los personajes, habría dado mucho más de sí.