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Voto de Anibal Ricci:
4
Drama. Romance Nueva York, años 20. En la alta sociedad norteamericana, llama la atención la presencia de Jay Gatsby, un hombre misterioso e inmensamente rico, al que todos consideran un advenedizo, lo que no impide que acudan a sus fastuosas fiestas en su gran mansión de Long Island. Gatsby vive obsesionado con la idea de recuperar al amor que dejó escapar años atrás. Para ello se hará amigo de su vecino recién llegado, el joven Nick Carraway. (FILMAFFINITY) [+]
5 de junio de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo ecléctico está compuesto por elementos o estilos de carácter diverso, siempre y cuando las partes tengan algún grado de coherencia. En el ámbito artístico, para llevar a buen puerto una obra genuinamente ecléctica, es requisito fundamental que el creador sea un buen alquimista, capaz de fusionar imágenes, arquetipos y géneros cinematográficos, de manera de darle significación respecto a otras piezas artísticas. Un buen alquimista del cine contemporáneo es Quentin Tarantino (véase Kill Bill), quien entremezcla magistralmente música, cómics y variados estereotipos, meticulosamente articulados y muchas veces sin ninguna moralidad ni nada muy inteligente que aportar (con mucho ingenio eso sí), sustentándose en una precisión estética de relojero, coherente en todo momento, y entretenida a rabiar.

Baz Luhrmann no es un buen alquimista. Al igual que en “Romeo+Julieta” y “Moulin Rouge”, el director nos prodiga (exasperante durante la primera media hora) un cúmulo de imágenes vacías, que abusan de la visión caleidoscópica, sin punto de vista que las humanice aunque tecnológicamente muy logradas, pero carentes de significado. Sólo flashazos que estoy olvidando a medida que escribo esta reseña.

El guión no está a la altura de la novela homónima. El tema central que aborda F. Scott Fitzgerald en su obra, tiene relación con la obsesión y persecución del gran sueño americano a partir de un origen humilde. El Gran Gatsby es la metáfora de un hombre que quiso ser algo distinto de lo que era, y eso en definitiva, no se le perdona a nadie. En la película de Luhrman casi no hay nada de ese núcleo narrativo, y reduce la anécdota a una historia romántica que bien podría haber escrito Jane Austen a comienzos del siglo XIX. Se disfruta mucho mejor la encantadora “Pride and Prejudice” (2005) dirigida por Joe Wright, que esta película compuesta a base de retazos.

A ratos una edición vertiginosa con estética de video clip, en otros, la inserción de música rap termina en una lamentable trivialización de los excesos de Nueva York en los años 20. Para ser justos, también hay que destacar notables fundidos de imágenes, en general durante los flash-backs, donde destaca la lograda comunión entre imagen y parlamento cuando muestra el origen granjero de los padres de Jay Gatsby.

Curiosamente, los instantes en que Luhrmann abandona su estilo grandilocuente, es cuando mejor funciona la película, incluso imitando en sepia algunas escenas del clásico “Casablanca” (1942) al hacer un flash-back del primer beso de los protagonistas. Sin embargo, haber mejorado respecto a sus películas anteriores no es suficiente para justificar a Baz Luhrmann.

Se echa de menos un propósito para haber invertido 100 millones de dólares en el presupuesto, como también dilucidar de manera más sicológica el origen de la obsesión de Gatsby. En cierto modo el propio director es una especie de Gatsby al derrochar tanto dinero en una obsesión antojadiza y fuera de época. Dicha obsesión tenía muchas aristas a explotar, pero Luhrmann sólo maneja una hebra y le quita lucidez a un gran libro del siglo pasado, otorgándole una visión simplista, más propia del romanticismo del siglo XIX, que no integra el mundo de la época de los excesos, sino simplemente se dedica a abordar un romance desde una mirada más bien adolescente. Al director no le resulta el contraste debido a que su propuesta es sumamente anticuada, a pesar de toda la parafernalia técnica y de cortinas que se cierran, propias de su manera teatral de ver el cine.

La historia está tan podada que se nos muestra reducida al absurdo. El romance no tiene el vuelo de las grandes historias llevadas a la pantalla (“Casablanca” y “Lo que el viento se llevó” integran al relato el trasfondo histórico) y se vuelve vacío y superficial. Esa primera experiencia amorosa no se potencia con el transcurso del metraje, y nos deja la sensación de que Jay Gatsby en un sujeto caprichoso que busca tenerlo todo.

La película termina en un lamentable intento por sensibilizar al espectador con unas imágenes, otra vez de video clip, matizadas con frases de la novela que a esa altura corren por mundos completamente diferentes.
Anibal Ricci
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