"Juntos" es, sin duda, una de las mejores películas de los últimos años. Lukas Moodysson logra encandilar al espectador con una película ligera pero sorprendéntemente profunda, en la que aúna drama y comedia con brillantez. La clave es sin duda la humanidad de sus personajes, tiernos y entrañables, pero creíbles y profundamente reales al mismo tiempo.

Tan reales son los personajes del film como los problemas a los que hace referencia. Moodysson refleja la incongruencia de dos planteamientos vitales opuestos; el de una comuna hippy y el de una familia ultraconservadora e intransigente. Demuestra, aunque parezca de perogrullo, que todo es malo cuando se lleva al extremo, porque entonces es inevitable caer en contradicciones. El mundo bucólico de los hippies se desmorona cuando entra en juego una influencia externa; la hermana de uno de los miembros de la comuna. Sin pretenderlo, será el detonante para que surja la discordia que ya subyacía en sus aparentemente armónicas relaciones.

En "Juntos" no se deja títere con cabeza, y Moodysson demuestra que es tan perjudicial una moral estricta y puritana como la falta de ella. Para llevar a cabo de forma efectiva -y sin caer en la cursilería o el dramón previsible- esta apología de la moderación, el film se sustenta en la verosimilitud de su guión y en unos personajes -arquetípicos, eso sí- sencillos, naturales y profundamente humanos.

Tal vez el único defecto que le encuentro a "Juntos" sea su final, de dusoso gusto. Quedará muy bonito y muy tierno, pero a mí entender sólo sirve para propiciar la lagrimita fácil, y es innecesario. Dado que esto sólo representa los últimos dos minutos de película, mi opinión sobre ella no cambia: esta película es una pequeña joya, bella y entrañable.