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Rusia Rusia · Stalingrado
Voto de Ferdydurke:
8
Drama Cuando Bruno Stroszek sale de prisión, le advierten que debe dejar de beber. Con pocas habilidades y menos expectativas, sobrevive como músico callejero. Precisamente en la calle conoce a Eva, una prostituta, con la que entabla amistad. Después de ser golpeados por el chulo de ella, deciden unirse a Scheitz, un excéntrico vecino de Bruno, que ha decidido emigrar a Wisconsin, en los Estados Unidos. (FILMAFFINITY)
20 de octubre de 2014
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
El bueno de Bruno, colosal, inmensa humanidad desgarrada, enamorado hasta las trancas de Eva, tierna y kamikaze, se va a América, Wisconsin para más señas. Les acompaña un viejo milenario y sabio.
Bruno es un cantante de patios (¿hay mejor ocupación?) que acaba de salir de la cárcel, le gusta mucho la cerveza y no acaba de encontrar su sitio. Eva es una puta que vive extorsionada por maleantes infames. El viejo parece un jubilado cachondo e imperial.
Deciden tomar distancia. En América descubren que las patadas no son físicas pero sí igualmente dañinas; espirituales y económicas; indiferencia y desolación.
Bruno sufre y lo expresa a través de lúcidos y esenciales comentarios, con su voz grave y su hablar dificultoso y solemne.
Marciana y maravillosa película. De una sensibilidad triste y lírica. Pobres seres arrojados a la intemperie. Observados con piedad y cariño, con humor soterrado y sutil, gozoso. Hay, también, denuncia, indirecta, nada obvia ni discursiva, nada tópica; que parte de lo pequeño para llegar a la enmienda de la totalidad, a ese engranaje absurdo que nos conforma y define, que nos zarandea y humilla. Pero no hay concesión a la queja ni ensimismamiento autodestructivo, a pesar de todo son seres luminosos en su patetismo, heroicos en su derrota y pocas luces, frágiles y hermosos.
Y está lleno de epifanías y hallazgos. Desde el bebé prematuro que se agarra a un clavo ardiendo hasta el subastador locuaz o el pollo pianista. Atracción por lo raro, por lo que nuestra mirada abotargada y convencional suele rechazar por miedo y falta de costumbre. Eso es Herzog, un buscador de bellas rarezas, de almas recónditas y enfermas, de personajes olvidados; pero su gran mérito es que lo hace de tú a tú, sin la suficiencia o la soberbia del triunfador que utiliza a los débiles para su panfleto moralista, para su clase pelma y didáctica; no, él "vive" la historia con ellos, se nota, se aprecia, de ahí la falta de impostura y la mucha verdad. Y su fina ironía para retratar la normalidad, lo que consideramos habitual o correcto, para reírse un poco de todo y de todos. Y la solidaridad entre parias y vencidos, que no está reducida a política, que más tiene que ver con la identificación profunda con el dolor de los demás, de los otros, que es en esencia el mismo de todos. Y su dulzura ilustrada para entender las cosas y ponerlas en su justo contexto y medida. Y la increíble utilización de la música. Y la bella fotografía desteñida. Y...
Es tan certero y original que asombra y emociona. Aunque haya tiempos muertos innecesarios, planos inútiles o redundancias; su imperfección y modestia son inseparables de su autenticidad y hondura.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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