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Voto de Ferdydurke:
5
6,5
70
Cine negro
Un veterano de guerra que regresa a su hogar visita a la viuda de un compañero caído y acaba enamorándose de ella. (FILMAFFINITY)
12 de enero de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lady Godiva.
La primera mitad y más es completamente asombrosa, está llena, se le salen por las orejas y las tapas de los sesos los diálogos deslumbrantes a millones a todas horas sin parar de decir cosas inteligentes, ingeniosas, sarcásticas, ácidas, agudas, enjundiosas, imaginativas, sorprendentes, divertidas, una puta locura, sobreabundancia, generosidad huracanada tan racional cabalmente destilada, densidad máxima de escritura bella perfecta abrumadora seca estoica pulida acerada, como un gusiluz brilla en la noche más oscura, abraza, y percute como una taladradora que el cerebro te horada en busca de la idea primera platónica, aquella que originó todas las demás desde el principio de los tiempos hasta ahora, la otra cara, de la luna o de dónde mierdas sea, en cambio, el argumento y su encaje (de bolillos, hortera de bolera) formulario, es, en igual medida, no hay punto medio, en su afán consolador estabilizador o tranquilizador, en la sopa bromuro, terrible y totalmente desastroso, suma ruina imposible (de creer) de dislates, enormidades, atropellos a la razón y el sentido, y disparates, en resumen, en todas direcciones o ámbitos, manguera que chorrea, con un final que no se lo puede saltar ni un físico cuántico to borracho, de hacerse cruces, ese último estupefacto rato, vamos, que nos vamos (al garete), al estrambote.
En fin, Jekyll y Hyde, suele pasar, lo de empezar bien y acabar mal (es nuestro sino, el cine es solo la réplica, replicante), como el rosario de la aurora, todavía más si cabe en las películas del llamado cine clásico, aunque sea modesto como es el caso, negro que plantean premisas cínicas cachondas sórdidas bien maceradas en su agónica salsa y más o menos realistas, pero que a última hora se arrepienten y llaman al cura para poder confesarle todos sus pecados nefandos antes de ir, no hay remedio por mucho prelado o sacerdote al que recurran, directos de una patada en el culo al mismo infierno, sea, intentan desesperadamente que toda la tralla o carga de profundidad encaje, se embuta, camisa de fuerza, como sea, como humanamente se pueda, a horcajadas, a lo bestia, a la carrera, de ratas, dentro de una moral pacata, ridícula, hipócrita y conservadora para que esta imparta justicia en la prórroga y así no hay maldita sea la manera, descalzaperros, chapuza, vergüenza, se trata de meter toda la basura debajo de la alfombra o cama antes de que lleguen las visitas famosas, concretamente la de la hija de la dueña con la que pretendes casarte, dar el golpe, ya que hay que ir como dios manda a la iglesia, a la boda, de gala, con el traje y la corbata, a pagar los impuestos, a jurar la bandera, limpio de polvo y paja, sin mácula, virgen como (una) madonna, y es triste o patético observar esa violencia, a la fuerza ahorcan, ya que se sabotean o traicionan en ese lamentable acelerado in extremis proceso o estocada remate rearme, se autodestruyen como historia u obra que valga la pena, se vejan o suicidan, se hacen el harakiri, se acojonan acobardan, muerte por excesiva de barbitúricos ingesta, se humillan, anatema, censura.
Por otro lado, cambiando de tema, es muy agradable ver a la inmarcesible Shelley Winters como mujer fatal, qué perra, no como nos tenía (o nos tenían, los que manejan la industria pesada o mueven los hilos, los cabrones) más acostumbrados con el paso de los años y los kilos cada vez más de mosquita muerta y no esta desaforada maravillosa loba hambrienta auuuu que lo borda, fenómena.
Él tampoco está nada mal, al contrario, no es manco, va sobrado, sin frenos, derrapando, con todo fuera, colgando, de hecho, ahora mismito lo prefiero a Dean Martin o Humphrey Bogart, sea, esa mezcla perfecta de ambos, de gigoló de medio pelo venido a más o venido a menos, ahí le anda, haciendo fuego, cantante de variedades, alcohólico agónico, chulo, proxeneta, jugador compulsivo, drogadicto, crooner, buscavidas, no, eso nunca, héroe de guerra, un respeto, vamos, que sale ganando, majestuoso, gloria, genial, clava sus líneas, qué apostura soltura frialdad supina, cómo las desencaja, allá por dónde pasa no crece más la hierba con las señoras de toda clase e índole, monta tanto, las despatarra, esa pinta, esa planta o impronta, ese porte, ese pote, esa gracia, esa mala leche, y ese fraseo acojonante rapeante constante impenitente, metrónomo, hasta los jóvenes o niños dejad que se acerquen a mí quedan temblando, los desbarata/imanta, el flautista de Hamelín, el mago Merlín, en un segundo de nada con una breve charla y un poema, además, lo que nos faltaba, rapsoda, vate, poeta, no orate, lógico, los/as vuelve locas, (ya) no conocen, para los restos, se pierden.
Duryea también siempre es fabuloso, qué (ella, la niña cursi sosa pija) menos, y la película está rodada con acierto y elegancia, discretamente bien resuelta, sin alardes, al grano.
En verdad os digo que la trama no nos interesa absolutamente nada, ni los golpes o recovecos, ni los planes o celos, ni las posibles amorosas mierdas o trepanadas conciencias, ni la culpa o la pena, ni siquiera las luchas por el poder omnímodo abyectas o la pasta gansa, nos prendamos/quedamos enganchados embobados subyugados simplemente (y eso es decir mucho, es hablar de un universo entero con todas sus galaxias, estrellas muertas, planetas, anillos, agujeros negros indelebles y años luz a cuestas a cascoporro) de/por las palabras, metralleta, ráfaga, como si cada una fuera un tesoro o valiera un millón de dólares, un imperio, la vida entera, gloria, arcadia, perpetua.
La primera mitad y más es completamente asombrosa, está llena, se le salen por las orejas y las tapas de los sesos los diálogos deslumbrantes a millones a todas horas sin parar de decir cosas inteligentes, ingeniosas, sarcásticas, ácidas, agudas, enjundiosas, imaginativas, sorprendentes, divertidas, una puta locura, sobreabundancia, generosidad huracanada tan racional cabalmente destilada, densidad máxima de escritura bella perfecta abrumadora seca estoica pulida acerada, como un gusiluz brilla en la noche más oscura, abraza, y percute como una taladradora que el cerebro te horada en busca de la idea primera platónica, aquella que originó todas las demás desde el principio de los tiempos hasta ahora, la otra cara, de la luna o de dónde mierdas sea, en cambio, el argumento y su encaje (de bolillos, hortera de bolera) formulario, es, en igual medida, no hay punto medio, en su afán consolador estabilizador o tranquilizador, en la sopa bromuro, terrible y totalmente desastroso, suma ruina imposible (de creer) de dislates, enormidades, atropellos a la razón y el sentido, y disparates, en resumen, en todas direcciones o ámbitos, manguera que chorrea, con un final que no se lo puede saltar ni un físico cuántico to borracho, de hacerse cruces, ese último estupefacto rato, vamos, que nos vamos (al garete), al estrambote.
En fin, Jekyll y Hyde, suele pasar, lo de empezar bien y acabar mal (es nuestro sino, el cine es solo la réplica, replicante), como el rosario de la aurora, todavía más si cabe en las películas del llamado cine clásico, aunque sea modesto como es el caso, negro que plantean premisas cínicas cachondas sórdidas bien maceradas en su agónica salsa y más o menos realistas, pero que a última hora se arrepienten y llaman al cura para poder confesarle todos sus pecados nefandos antes de ir, no hay remedio por mucho prelado o sacerdote al que recurran, directos de una patada en el culo al mismo infierno, sea, intentan desesperadamente que toda la tralla o carga de profundidad encaje, se embuta, camisa de fuerza, como sea, como humanamente se pueda, a horcajadas, a lo bestia, a la carrera, de ratas, dentro de una moral pacata, ridícula, hipócrita y conservadora para que esta imparta justicia en la prórroga y así no hay maldita sea la manera, descalzaperros, chapuza, vergüenza, se trata de meter toda la basura debajo de la alfombra o cama antes de que lleguen las visitas famosas, concretamente la de la hija de la dueña con la que pretendes casarte, dar el golpe, ya que hay que ir como dios manda a la iglesia, a la boda, de gala, con el traje y la corbata, a pagar los impuestos, a jurar la bandera, limpio de polvo y paja, sin mácula, virgen como (una) madonna, y es triste o patético observar esa violencia, a la fuerza ahorcan, ya que se sabotean o traicionan en ese lamentable acelerado in extremis proceso o estocada remate rearme, se autodestruyen como historia u obra que valga la pena, se vejan o suicidan, se hacen el harakiri, se acojonan acobardan, muerte por excesiva de barbitúricos ingesta, se humillan, anatema, censura.
Por otro lado, cambiando de tema, es muy agradable ver a la inmarcesible Shelley Winters como mujer fatal, qué perra, no como nos tenía (o nos tenían, los que manejan la industria pesada o mueven los hilos, los cabrones) más acostumbrados con el paso de los años y los kilos cada vez más de mosquita muerta y no esta desaforada maravillosa loba hambrienta auuuu que lo borda, fenómena.
Él tampoco está nada mal, al contrario, no es manco, va sobrado, sin frenos, derrapando, con todo fuera, colgando, de hecho, ahora mismito lo prefiero a Dean Martin o Humphrey Bogart, sea, esa mezcla perfecta de ambos, de gigoló de medio pelo venido a más o venido a menos, ahí le anda, haciendo fuego, cantante de variedades, alcohólico agónico, chulo, proxeneta, jugador compulsivo, drogadicto, crooner, buscavidas, no, eso nunca, héroe de guerra, un respeto, vamos, que sale ganando, majestuoso, gloria, genial, clava sus líneas, qué apostura soltura frialdad supina, cómo las desencaja, allá por dónde pasa no crece más la hierba con las señoras de toda clase e índole, monta tanto, las despatarra, esa pinta, esa planta o impronta, ese porte, ese pote, esa gracia, esa mala leche, y ese fraseo acojonante rapeante constante impenitente, metrónomo, hasta los jóvenes o niños dejad que se acerquen a mí quedan temblando, los desbarata/imanta, el flautista de Hamelín, el mago Merlín, en un segundo de nada con una breve charla y un poema, además, lo que nos faltaba, rapsoda, vate, poeta, no orate, lógico, los/as vuelve locas, (ya) no conocen, para los restos, se pierden.
Duryea también siempre es fabuloso, qué (ella, la niña cursi sosa pija) menos, y la película está rodada con acierto y elegancia, discretamente bien resuelta, sin alardes, al grano.
En verdad os digo que la trama no nos interesa absolutamente nada, ni los golpes o recovecos, ni los planes o celos, ni las posibles amorosas mierdas o trepanadas conciencias, ni la culpa o la pena, ni siquiera las luchas por el poder omnímodo abyectas o la pasta gansa, nos prendamos/quedamos enganchados embobados subyugados simplemente (y eso es decir mucho, es hablar de un universo entero con todas sus galaxias, estrellas muertas, planetas, anillos, agujeros negros indelebles y años luz a cuestas a cascoporro) de/por las palabras, metralleta, ráfaga, como si cada una fuera un tesoro o valiera un millón de dólares, un imperio, la vida entera, gloria, arcadia, perpetua.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Qué pena. Qué mal.
Final alternativo, reescribiendo la historia, revisionismo (espero que os guste, más); asesina a toda la banda y los entierra en el desierto (nos vale cualquiera, por qué no el gobi que pilla más lejos, exótico) y nadie se da cuenta (de nada) ni a quién le importa lo que yo haga, un cabestro más un cabestro menos, y se queda allí, en el pueblucho gringo de marras de vuelta tras los arenosos asiáticos profusos enterramientos, hasta el final de los tiempos, se casa con ella, con la sinsorga en realidad corrupia fiera como aquí, ¿y allí?, todas, solo hay que ver cómo lucha por él, por la presa, cuando la fuerzan, fundan, seguimos con la cuenta, el rosario, son filantrópicos, todo sea por el amigo de guerra caído en la batalla, mad men, el memorial/monumento al soldado caído el pobre y a la vez mantiene, lo uno no quita lo otro, continúa la relación, difícil equilibrio, funanbulismo, con la Winters a la par que se suma a la lista, infinita, la secretaria de la inmobiliaria (se olvidaron de ella los guionistas, él, de ninguna manera, es piadoso, omnipotente, ubicuo), obvio, de caramelo a punto, y la camarera de la cafetería, estupenda, había hecho méritos más que suficientes para poder gozar catar sus carnes morenas, de sobra, y alguna otra más que por ahí paciera o cayendo, como la lluvia fina, gota a gota fuera o vaya, que se apuntara a la fiesta, felices los cuatro o los cuatrocientos mil, cifras y letras y nos llevamos un pico, nos salen las cuentas, las modistillas, floristas, anestesistas, jardineras, veterinarias, de casa amas y toda la tropa o de gremios gineceo prieto, el censo, femenino (por ahora, hasta nueva orden), para que andarnos con rodeos, completo, entero y verdadero, sin que ninguna se percate de ello, creyendo todas a pies juntillas ser su favorita, la elegida, la única y exclusiva y, por lo tanto, todas siendo la mar de dichosas y felices, ricas, en amores, bien folladas y comidas, a todo trapo y trote, sí, y comieron perdices y codornices, pichones, él, y ella, ciento y la madre, la intemerata.
Gracias.
Final alternativo, reescribiendo la historia, revisionismo (espero que os guste, más); asesina a toda la banda y los entierra en el desierto (nos vale cualquiera, por qué no el gobi que pilla más lejos, exótico) y nadie se da cuenta (de nada) ni a quién le importa lo que yo haga, un cabestro más un cabestro menos, y se queda allí, en el pueblucho gringo de marras de vuelta tras los arenosos asiáticos profusos enterramientos, hasta el final de los tiempos, se casa con ella, con la sinsorga en realidad corrupia fiera como aquí, ¿y allí?, todas, solo hay que ver cómo lucha por él, por la presa, cuando la fuerzan, fundan, seguimos con la cuenta, el rosario, son filantrópicos, todo sea por el amigo de guerra caído en la batalla, mad men, el memorial/monumento al soldado caído el pobre y a la vez mantiene, lo uno no quita lo otro, continúa la relación, difícil equilibrio, funanbulismo, con la Winters a la par que se suma a la lista, infinita, la secretaria de la inmobiliaria (se olvidaron de ella los guionistas, él, de ninguna manera, es piadoso, omnipotente, ubicuo), obvio, de caramelo a punto, y la camarera de la cafetería, estupenda, había hecho méritos más que suficientes para poder gozar catar sus carnes morenas, de sobra, y alguna otra más que por ahí paciera o cayendo, como la lluvia fina, gota a gota fuera o vaya, que se apuntara a la fiesta, felices los cuatro o los cuatrocientos mil, cifras y letras y nos llevamos un pico, nos salen las cuentas, las modistillas, floristas, anestesistas, jardineras, veterinarias, de casa amas y toda la tropa o de gremios gineceo prieto, el censo, femenino (por ahora, hasta nueva orden), para que andarnos con rodeos, completo, entero y verdadero, sin que ninguna se percate de ello, creyendo todas a pies juntillas ser su favorita, la elegida, la única y exclusiva y, por lo tanto, todas siendo la mar de dichosas y felices, ricas, en amores, bien folladas y comidas, a todo trapo y trote, sí, y comieron perdices y codornices, pichones, él, y ella, ciento y la madre, la intemerata.
Gracias.