Asuntos personales.
Peca de atropellada, alborotada, se encabalga o encabrita, se aturulla y atora y espanta, da saltos, de mata, o trompicones, se arrebata y rompe y emociona y encoña engolfa y (a)salta, por los aires, y encasquilla y, además, narrativamente es un tanto pedestre o primitiva en ocasiones, en general da una cierta sensación amateur, pobre, inocente, abrupta, algo o bastante inverosímil. A pesar de que tiene las mejores intenciones y Violeta Parra a los diecisiete y, sobre todo, Patricia que es tremenda y se come la película y tampoco, aunque lejos, está mal la hija.
La historia no está del todo tampoco bien contada, es algo confusa, al principio cuesta un tanto situarte y después dejan unos o muchos cabos sueltos me quedo con los pies colgando y no se explica bien del todo nada, se da por hecho o por supuesto, cierto impresionismo descriptivo y cierto expresionismo formal para hablar de un desastre debacle fracaso familiar incrustado insertado en una difícil o inescrutable inextricable complejidad contextual.
Tiene algo de tierno cándido o de naíf o de teatral de aficionados aunque su aspecto más superficial pueda simular aparentar indicar lo contrario, violencia estructural y personal. Quizás por la mirada entusiasmada ante lo que cuenta.
Se deja ver, te gana el el duro corazón, pero no mucho más. Que aquí nos ahogamos en un vaso de agua y convertimos en el Cid Campeador a cualquier delicioso pelagatos o encantador pinchaúvas, un mozo de cuadras, tiempo al tiempo y buenos alimentos.