Verano azul. El color del verano. Un verano de corrupción. Macarrones (fritos). La vida puede ser maravillosa. Manjar de amor. La caza. ¿Qué fue de Ramallo y, ya si te pones a ello, de Vilches, y de Orozco y de Nubiola, tan majos ellos, todos? ¿A dónde irán los besos que no damos?
Verano y amor y juventud y sol y sexo y tiempo libre y toda la vida por delante y el cuerpo fresco y elástico y la inocencia salvaje, ese momento, saber captar ese fugaz instante. Siempre está bien y se agradece. Capturar eso (como cuando ves un concierto grabado hace medio siglo y observas a la gente en la plenitud de su juventud en aquel preciso momento y los imaginas disfrutando tanto y también lo sientes, te apenas por los que de entre ellos todavía queden, ahora mismo, vivitos y coleando todavía, con las botas puestas, por ese cambio grueso, obsceno, nada sutil que ha perpetrado el paso del tiempo en sus cuerpos, aunque en realidad, si precisas y no te dejas llevar por las apariencias, no tanto, es más bien un mito, son dos cosas o planos diferentes que nada tienen que ver el uno con el otro; por un lado están aquellos jóvenes que se quedaron allí para siempre viviendo, bailando, cantando, seguramente enamorados, congelados en ese momento, eternamente presente, y por el otro, los de ahora, que son otras personas, que aunque algo se parezcan no son para nada los mismos, el recuerdo, la memoria y la nostalgia no son más que paparruchas, añagazas, anhelos, todo eso no es más que simulacro, mentira, ficción de continuidad, estafa, impostores, ni siquiera la piel o carcasa es ya la misma, ha mudado, como la de las serpientes o la de los dragones). Con sentido del humor y mucho entretenimiento, con tópicos amables y queridos y algún pequeño riesgo, más sorpresas sin misterio y gente muy buena y lujo y algo de dinero y muchos metros cuadrados para ti solo y casas solariegas y mujeres un poco mayores que tanto te quieren y cuidan a ti personalmente por un módico precio y amigos del alma muy pajilleros, si me citas, te cito, y algún escritor rebueno que entiende tu desvelo y guapas chicas que quieren follar contigo todo el santo día, más o menos.
La película es convencional y agradable, una más de esto, bonita, y ellos dos tienen gracia, bueno, más Jordi, Fernando es bastante soso aunque simpático a su triste manera, desnortada, un Jorge Sanz ya cansado, algo deprimido y bastante asustado.
Pasamos la frontera o no, o nos quedamos estancados, agarrados a la puerta o las faldas de la madre, eternamente adolescentes, sin sufrir para nada. Mejor mantenerse en la orilla, de brazos cruzados, viéndolas venir, niño, que ir a bañarse al mar, a ese ominoso jaleo carnal y/o aburrido lío sentimental, ese baile de feroz enredo, ese hilo de araña que te atrapa y que suavemente te mata con su mecánica canción, esa inercia sorda que no acaba nunca y siempre empieza de nuevo, mi reino por un milímetro de playa, por una sombrilla y un sombrero.
Prueban, tocan, se divierten, sufren, perramente, se aman, se odian, se acuestan, se duermen, se drogan, cosa buena.
Nada se detiene, todo corre, ese el problema, siempre.
Cesc Gay tiene gusto e inteligencia, siempre es correcto, esmerado, bello. También se suele quedar un poco corto, promete más de lo que finalmente te da, que es mucho. Aunque eso en este caso sea más que suficiente.
Nos gusta ver lo mismo repetido una y otra vez de nuevo, que nos cuenten ese mismo cuento que ya nos sabemos de cabo a rabo.