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Rusia Rusia · Stalingrado
Voto de Ferdydurke:
3
Acción. Thriller Robert McCall, un antiguo agente de la Agencia Internacional de Defensa que lleva ahora una vida tranquila, abandona su retiro para ayudar a Teri, una joven prostituta que está siendo explotada por la mafia rusa. A pesar de que aseguró no volver a ser violento, contemplar tanta crueldad despertará en Robert un implacable y renovado deseo de justicia... Versión cinematográfica de la serie de televisión de los 80, 'El justiciero'. (FILMAFFINITY) [+]
22 de octubre de 2014
10 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nada, que es un viejo (insisten en ello) cachondo y aburrido, pejiguero y puñetero, que un buen día se encoña de una puta rusa, muy joven y simpática, se le cruzan los cables y se carga el Imperio ruso del crimen. Con un par. Por un quítame allá esas pajas.
Otros, más técnicos, dicen que en realidad va de un experimento de la NASA; que se ve que intentaron curarle unas heridas, se les cayó dentro un reloj grande, entre el esternón y el corazón, y lo convirtieron en el hombre del tiempo. Cronometroman, Metronoman, reloj suizo, de cuco o Cronos.
Los más cultos, en cambio, opinan que es una campaña del gobierno americano para promover la lectura. Ya sabéis, leer es muy bueno y muy sano. Leer nos hará libres.
Los alegóricos, un remake del "Quijote".
Los amantes de la literatura rusa piensan que es un exaltación esquinada de su Poeta Pushkin.
Los deportistas creen que se trata de hacer ejercicio. Men sana in corpore sano dice con retintín, cada dos por tres, nuestro carnicero protagonista.
Los proletarios, que es una reivindicación de la clase obrera.
Los empresarios, de los centros comerciales.
Los abuelos, de una vejez digna.
Los asesinos, una mirada limpia sobre el oficio, sin afeites ni disimulos.
Los políticos, una fábula sobre la bondad intrínseca de los americanos y la maldad esencial de los rusos.
Los cinéfilos, un homenaje (poco) encubierto al gran Bronson y el cine paramilitar, tan de moda hace unas décadas. O mato que me aburro. Y aparta de mí esos rufianes que los arrollo.
Los cómicos, una sátira despiadada sobre los usos y costumbres de los poderes.
Los ideólogos, parábola fachota y bruta.
Los cinéfagos, jolgorio canalla sobre un género glorioso del cine popular.
Yo creo que es una monstruosa fantasmada. Un nasío pa matar psicótico y cochambroso; grotesco, descerebrado y majadero, que comienza con cierta gracia, pero que se va embarrancando inexorablemente y que contiene un desfile de malotes rusos a cada cual más lamentable y ridículo (con calva, sin calva, con tatuajes, con bigotes en punta, con gafas, sin cerebro..., un grupo salvaje que Bud Spencer pondría en su sitio con un buen par de guantadas). Y con Washington en plan Batman/Rambo/Terminator/Chiquito de la Calzada. Una serie z bien rodada. Puramente funcional. Excesiva y eficaz. Porque sí. Sin sentido ni necesidad. Un cine que quizás creímos muerto, pero que vuelve a atacar con fruición. La noche oscura del alma apoderándose de la ciudad.
Ferdydurke
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