Aires telefilmeros variados, casting muy chungo y guion cutre para un producto que serpentea entre el bodrio risible y la pachanga maqueada.
Un rato entretiene, el primer viaje. Después, es simple esperpento, delirio chusco.
La opción laboral oficinesca es puro dolor. Ni siquiera algún polvete perfumado y traicionero compensa tanta mala afrenta.
Como un anuncio retirado el primer día tras descubrirse que sus creadores se habían fugado a las Bahamas nada más saquear, de arriba abajo, todos los bingos más conspicuos de la costa levantina disfrazados de Bugs Bunny. Pues mucho peor.