Estamos en lo mismo.
Realismo culebronesco de muchas pasiones revoltosas, sucesos escabrosos, sangres mezcladas y sexo al retortero.
De Madrid a Cádiz y por el camino yo me entretengo.
Tiene partes malas y otras buenas. Las agradables se van escurriendo con el paso de los minutos, las torpes se van agigantando inexorablemente.
Cuca Escribano está fabulosa, la criada y el señorito, un clásico encamado, Pilar Castro, un poco pasada, arpía desaforada, pendón desorejado tan tierno, pero bien también. El protagonista, con barba y sin barba, siempre es confortable, como un coche grande y fuerte; el resto de actores no tanto, y no por ellos, sus personajes en general son lamentables, tanto el hermano nefando como su amigo tan poco claro y bastante loco o el Dechent ponzoñoso/pavoroso o la Carme Elías que pasaba por allí sin mucho sentido (de celos fríos consumida).
Gana con la dulzura y el amor, se pierde con el tormento y el golpeo. Sobran crímenes y accidentes, tanta muerte y desgobierno. Queremos más gozo y relajo, eso de lo que siempre nos dan de menos ya que deben creer que tenemos el alma en vilo y el cerebro derruido.
Entretenida, simpática, llevadera. También morbosa y estrepitosa.
Ahí andamos pasando el rato.